
Murió Diego. Nació el mito. Así lo recordaba Eduardo Galeano
Diego Armando Maradona y Eduardo Galeano se admiraban mutuamente. Y ni uno ni otro temían en hacer público semejante admiración. Diego hablaba públicamente sobre el escritor. El artista, de las letras, lo dejaba reflejado en cuanto texto podía y en las conferencias y entrevistas que ofrecía. Entre los dos había una suerte de agradecimiento, Galeano daba gracias por sus fintas, sus trucos de magia sin palomas ni chisteras; Maradona por los textos. Entre ambos compartían ideales, que más allá de algunos matices, los unirán por siempre.
Galeano dejó por sentado su amor y respeto en su libro «Cerrado por fútbol» cuando logra retratar a Maradona como «el más humano de los dioses«. Una definición que, sin dudas, lleva consigo amor y admiración.
«Maradona se convirtió en una suerte de Dios sucio, el más humano de los dioses»
Eduardo Galeano
Maradona siempre nos fue próximo. Su imperfección lo hacía real y tan cercano a cualquiera de -alguno- de nosotros. Galeano completaba la idea diciendo: «Un Dios sucio que se nos parece: mujeriego, parlanchín, borrachín, tragón, irresponsable mentiroso, fanfarrón».
Maradona, cuando se enteró de la muerte de Galeano dejó entrever su zurda de poeta y le regaló una sentida declaración:
«Gracias por luchar como un 5 en la mitad de la cancha y por meterle goles a los poderosos como un 10»
Mensaje de «El 10», al enterarse del fallecimiento del escritor.
Dicen que Galeano, allá en el cielo, desde que llegó armó un sinnúmero de picaditos, que a él le tocaba ser el capitán y arreglárselas sólo en el centro del campo. Pero, también se rumorea que en su equipo no solo no jugaba con enganche sino que no dejaba que nadie se pusiera la 10. «Esa ya tiene dueño», repetía una y otra vez. Y agregaba: «Recién se va a estrenar el día que el Dios sucio nos venga a iluminar con su mágica gambeta».
Así, recordaba Eduardo Galeano a Diego Armando Maradona.

«Ningún futbolista consagrado había denunciado sin pelos en la lengua a los amos del negocio del fútbol. Fue el deportista más famoso y más popular de todos los tiempos quien rompió lanzas en defensa de los jugadores que no eran famosos ni populares. Este ídolo generoso y solidario había sido capaz de cometer, en apenas cinco minutos, los dos goles más contradictorios de toda la historia del fútbol. Sus devotos lo veneraban por los dos: no sólo era digno de admiración el gol del artista, bordado por las diabluras de sus piernas, sino también, y quizá más, el gol del ladrón, que su mano robó. Diego Armando Maradona fue adorado por sus prodigiosos malabarismos sino también porque era un dios sucio, pecador, el más humano de los dioses. Cualquiera podía reconocer en él una síntesis ambulante de las debilidades humanas, o al menos masculinas: mujeriego, tragón, borrachín, tramposo, mentiroso, fanfarrón, irresponsable. Pero los dioses no se jubilan, por humanos que sean. Él nunca pudo regresar a la anónima multitud de donde venía. La fama, que lo había salvado de la miseria, lo hizo prisionero».
EDUARDO GALEANO
