
Virginia Woolf: la musa de Victoria Ocampo
Un 25 de enero de 1882 llegaba al mundo Virginia Woolf, una de las grandes escritoras del siglo XX que perteneció a la Vanguardia anglosajona y promulgó su ideario feminista a través de la ficción y el ensayo.
«El mundo no le decía a la mujer, como le decía a los hombres: «Escribe, si quieres, me da lo mismo». El mundo le decía, con una risotada: «¿Escribir? ¿Para qué quieres escribir?»»
Fragmento de «Un cuarto propio» de Virginia Woolf
Los cuartos de Virginia Woolf y Victoria Ocampo
En 1929, Victoria Ocampo conoce a Virginia Woolf a través del libro Un cuarto propio. La obra llega a manos de la escritora argentina a través de Sylvia Beach, editora y dueña de la librería Shakespeare and Company en París. Y le hace la recomendación diciéndole: «Estoy segura de que con este libro sueña usted».
A partir de este momento, Woolf pasa a ser un referente muy importante para Ocampo ya que el libro es un ensayo claramente feminista donde la autora, a partir de la voz narradora de una tal Mary Beton, plantea la necesidad de un espacio -tanto literal como ficcional- para las escritoras que se encuentran dentro de una tradición literaria dominada por hombres. Titulado originalmente «A room for one own’s» -y cuya traducción fue hecha nada menos que por Jorge Luis Borges entre 1935 y 1936-, el libro de Woolf tiene como leitmotiv la independencia de toda índole de las mujeres para escribir.
«Pero, para la mujer, esas dificultades (habla acerca de escribir una obra maestra) eran infinitamente más grandes. En primer lugar, hasta principios del siglo diecinueve, tener un cuarto propio, para no hablar de una habitación tranquila o a prueba de ruidos, era inconcebible, a menos que sus padres fueran excepcionalmente ricos o muy nobles.»
Fragmento de «Un cuarto propio» de Virginia Woolf

Si bien Ocampo tenía una habitación propia -ya que era independiente económicamente y gozaba de libertad personal-, el ensayo de Woolf expresaba muy claramente lo que Victoria pensaba y sentía acerca del rol de las mujeres en la sociedad. Fundadora del grupo Sur -cuya función, entre otras, era difundir a escritores como Borges y Cortázar– y autodidacta, Ocampo dedicaba su vida literaria a la escritura de ensayos y en Un cuarto propio vio una joya y en su autora, a una mujer digna de portarla.
El ensayo está basado en una serie de conferencias que la autora desarrolló en octubre de 1928 en dos universidades inglesas. En éste se propone, entre otras cosas, imaginar qué hubiera sucedido si Shakespeare tuviera una hermana tan talentosa y brillante como él. Sin embargo, esta mujer, llamada Judith, no puede desarrollar sus facultades como escritora. No esgrima palabras y termina por suicidarse. Si tan sólo hubiese encontrado los medios para crear, especula Virginia Wolf, hubiese llegado tan lejos como su hermano. Se critica a esa tradición literaria dominada por hombres y, al posicionarse ella como escritora, le otorga voz, palabras y un lugar propio a las mujeres.
En este juego acerca del arte de la escritura sin distinción sexual, la narradora imagina la figura de una mente andrógina (*) como el estado ideal de un autor para escribir:
«En el varón, la parte femenina de su cerebro tiene que tener influencia; y la mujer debe tener trato con el hombre que hay en ella. (…) Al producirse esa fusión es cuando la mente se fertiliza a pleno y emplea todas sus facultades. Es posible que una mente puramente masculina no pueda crear, al igual que una mente puramente femenina, pensé. Pero convenía analizar, haciendo una pausa y mirando un par de libros, lo que uno entendía por hombre-femenino y por mujer-masculina.
Fragmento de «Un cuarto propio» de Virginia Woolf
Cuando decía que las grandes mentes son andróginas, Coleridge no se refería, por cierto, a que sean mentes con alguna simpatía especial hacia las mujeres, mentes que abracen su causa o se dediquen a interpretarla. Es posible que la mente andrógina sea menos propensa que la mente de un solo sexo a establecer esas distinciones. Se refería, probablemente, a que la mente andrógina (…) es naturalmente creativa, incandescente e indivisa. De hecho, uno se remite a la mente de Shakespeare como al prototipo de la mente andrógina, de la mente masculina con componentes femeninos, aunque sería imposible decir qué pensaba Shakespeare de las mujeres.»

Virginia Woolf: la que se escribía con la Ocampo
En 1934 las escritoras se conocen en Londres en la muestra fotográfica del reconocido Man Ray y, a partir de ese momento, entablan una relación por correspondencia en la que intercambian opiniones de índole literaria y personal. Lo cierto es que ambas coinciden en la marginación que reciben las mujeres en el contexto patriarcal, sobre el difícil acceso del mundo femenino a la cultura y una necesaria búsqueda de identidad literaria. Así como Woolf se explaya sobre la mente andrógina, Ocampo enuncia su deseo de dar forma a una escritura propia en un mundo literario que, desde hace siglos, sostuvo un estilo patriarcal y masculinizante. En «Carta a Virginia Woolf» (que abre la primera serie de Testimonios que Ocampo publica en 1935) expresa:
«La deliciosa historia de la hermana de Shakespeare que de modo tan inimitable cuenta usted, es la más bella historia del mundo. Ese supuesto poeta (la hermana de Shakespeare) muerto sin haber escrito una sola línea, vive en todas nosotras, dice usted. Vive aun en aquellas que, obligadas a fregar los platos y acostar a los niños, no tienen tiempo de oír una conferencia o leer un libro. Acaso un día renacerá y escribirá. A nosotras toca el crearle un mundo en que pueda encontrar la posibilidad de vivir íntegramente, sin mutilaciones.
(…)
Y si, como usted espera, Virginia, todo esfuerzo, por oscuro que sea, es convergente y apresura el nacimiento de una forma de expresión que todavía no ha encontrado una temperatura propicia a su necesidad de florecer, vaya mi esfuerzo a sumarse al de tantas mujeres, desconocidas o célebres, como en el mundo han trabajado.»
Fragmento de una carta que le escribe Ocampo a Woolf en noviembre de 1934
REFERENCIA
(*) Término cuyo origen se remite al texto El Banquete de Platón donde se habla de un ser especial que reunía en su cuerpo los sexos masculino y el femenino, o dos sexos masculinos o dos femeninos. Según cuenta el mito, estos seres intentaron invadir el Monte Olimpo -lugar donde viven los dioses- y Zeus, al percatarse de ello, les lanzó un rayo que los dividió en varón y mujer. Desde entonces, se dice que el varón y la mujer andan por la vida buscando su otra mitad.

Breve biografía de Virginia Woolf
Adeline Virginia Stephen, conocida en todo el mundo como Virginia Woolf, nació en Inglaterra un 25 de enero de 1882.
Su padre era sir Leslie Stephen, crítico literario, historiador y también alpinista famoso. Su madre, Julia Duckworth, era miembro de una familia de importantes editores. Virginia fue instruida en su hogar por sus padres y tutores ya que, por ser mujer, le era vedada la educación formal. Fueron sus dos hermanos varones los únicos que pudieron estudiar en la Universidad, ya que tanto Virginia como Vanessa -su hermana- debían quedarse en casa para cuidar de su padre.
Cuando Virginia tenía trece años, muere repentinamente su madre a causa de una fiebre reumática. Dos años más tarde, fallece Stella, hermana de Victoria y fruto del matrimonio anterior de su madre. De esa unión también procedían dos hermanos varones que, según manifestó Virginia en dos de sus ensayos autobiográficos, abusaron sexualmente de ella y de Vanessa.
Estos episodios trágicos marcaron a fuego su psique y llevaron a la escritora inglesa a vivir con estados crónicos depresivos.
En 1905 Virginia intenta suicidarse como consecuencia de la muerte de su padre consumido por el cáncer. No lo logra y, debido a una crisis nerviosa, debe ser ingresada a una institución psiquiátrica.
Pasado este episodio, Virginia y tres de sus hermanos, Vanessa, Adrian y Thoby, se trasladaron a Bloomsbury, en la zona oeste de Londres. Es por esa casa que pasaron personalidades como el economista John Maynard Keynes, los filósofos Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, escritores como T. S. Eliot o la líder del movimiento sufragista Emmeline Pankhurst. Todos ellos formaban parte del grupo conocido como «Círculo de Bloomsbury». Éste fue el inicio para que Woolf comenzara a percibir un mundo nuevo en el que ideas sobre la igualdad, el feminismo, la aceptación de la homosexualidad y la bisexualidad, el amor por el arte, eran tan vanguardistas como necesarias.
En 1912 la escritora se casó con el teórico político, escritor, editor y antiguo funcionario público británico, Leonard Woolf con quien fundó Hogarth Press , que publicó gran parte de su trabajo.
Los trastornos más graves que padeció Virgina los sufriría entre los años 1913 y 1915. El 9 de septiembre de 1913, ingirió cien gramos de veronal, en un segundo intento por quitarse la vida.
En 1925, Virginia conoció a la también escritora Vita Sackville-West, con la que mantuvo una relación amorosa. Vita también estaba casada y, aunque la relación entre ellas acabó sin que se separasen de sus respectivos maridos, la amistad entre ambas mujeres se mantendría durante el resto de sus vidas.
Finalmente, el 28 de marzo de 1941 se puso un abrigo cuyos bolsillos llenó de piedras y se sumergió en el río Ouse para quitarse la vida. En esta oportunidad, logra su cometido y, a sabiendas de ello, dejó dos cartas: una para su hermana Vanessa y otra para Leonard Woolf, las dos personas a quienes ella más amó en el mundo. Su cuerpo fue encontrado tres semanas después, y su marido hizo incinerar sus restos y esparció sus cenizas en el jardín de su propio hogar.

Producción: Carolina Bregy