
Julio Cortázar y su «Casa tomada» mendocina
Julio Cortázar llegó a Mendoza en 1944, con tan sólo 29 años, impulsado por la causalidad. Debía pasar por esa ciudad llena de bohemia y que coqueteaba con la cultura. Dicen los que saben de su vida que en el año y medio que residió allí se forjó su destino de escritor.
Cortázar llegó invitado por la Universidad Nacional de Cuyo para dictar una cátedra de literatura francesa (tópico en el que se había formado de manera autodidacta).

Según cuentan los historiadores y hasta los propios estudiantes, sus clases no sólo invitaban a redescubrir las letras sino que, además, en algún punto, aprehenderlas cabalmente. “Yo con él aprendí a leer poesía”, comenta Emilia De Zuleta, profesora y ex alumna de Julio Cortázar en su paso por la Universidad Nacional de Cuyo, en una entrevista que forma parte del documental “Cortázar en Mendoza”.
Por aquel entonces en la ciudad de Mendoza, los testimonios de este tipo se reproducían. Cortázar había generado un gran revuelo no sólo entre los estudiantes sino también en el mundillo artístico de aquella urbe progresista y con matices bohemios.
Cabe aclarar que por aquellos años la facultad mendocina era mucho más parecida a una escuela que a una universidad. El alumnado no era muy numeroso, al igual que el claustro docente. Una de las particularidades de la institución era su visión progresista y cosmopolita (varios de sus docentes provenían del extranjero).
Cortázar, que se desempeñó como profesor de «Literatura Europea Septentrional y de Literatura Francesa», tenía -según los registros de la época- como máximo cinco estudiantes. El primer día de clases comenzó con tan sólo dos alumnas, pero eso jamás impactó ni en su ánimo ni en su esfuerzo.
«La calidad y la dedicación de las clases del escritor tenían un nivel tan alto y un tratamiento tan profundo de los temas que estaban al nivel de las teorizaciones de los mejores ensayistas latinoamericanos. Cortázar volcó sus lecturas y apreciaciones en clases que, de a ratos, se tornaban en charlas literarias».
Afirma el periodista, escritor e investigador Jaime Correas, que escribió varios estudios sobre Cortázar

Julio leía y traducía los textos extranjeros para sus alumnos. Según ellos, Cortázar contagiaba pasión por la lectura. Miriam di Gerónimo, profesora de la Facultad y creadora de la Cátedra Libre de Julio Cortázar, comenta que sus alumnos lo apodaban “Largázar” por su gran altura, y que veían en él a un joven profesor con un gran conocimiento.
Para Cortázar el paso por la universidad no fue solamente un empleo para ganar dinero. Esta experiencia, sin dudas, lo marcaría casi de por vida. Y así lo dejó de manifiesto en una esquela que le escribió a su amiga Lucienne de Duprat, el 16 de agosto de 1944.
«Aunque deba volverme luego al hastío de la enseñanza secundaria, estos meses de universidad quedarán como un sueño agradable en la memoria. Piense usted ¡es la primera vez que enseño las materias que prefiero! Es la primera vez que puedo entrar a un curso superior y pronunciar el nombre de Baudelaire, citar una frase de John Keats, ofrecer una traducción de Rilke».
Fragmento de la carta escrita por Julio Cortázar a De Duprat, el 16 de agosto de 1944

¿»Casa tomada» nació en Mendoza?
La amistad de Cortázar con el artista plástico italiano Sergio Sergi -que por esos años se había radicado en Mendoza para sumarse al plantel docente de la joven universidad- sería, en algún punto, fundacional para su futuro. Según cuentan, la relación entre ambos sirvió para sembrar lo que con los años se transformaría en el famoso cuento “Casa tomada”.
Algunos estudiosos de la historia de Cortázar, como el escritor y periodista Jaime Correas, dan cuenta de que Julio se habría inspirado en algunos trabajos de Sergi, fundamentalmente en uno de sus grabados de 1930 titulado “Casa vieja”, y en muchas conversaciones de ambos durante su paso por Mendoza.

«Casa Vieja«, el grabado de Sergio Sergi que podría haber inspirado a Cortázar para hacer «Casa tomada«
Hace algunos años se descubrió que el cuento “Casa tomada”, una de las obras fundamentales en la literatura de Cortázar fue escrito en Mendoza, en 1945. Originalmente formaba parte del borrador de un libro titulado: “La otra orilla”. Este cuento fue tipeado en Mendoza por Gladys Adams, esposa de Sergio Sergi. Pero éste no fue el único trabajo que mecanografió en ese momento. Ella transcribió todos los textos que formarían parte de aquel proyecto del libro que más tarde llevaría el nombre de Bestiario. De ese hecho quedaron tan sólo dos registros: uno que se llevó Julio a Buenos Aires y el restante que quedó en poder de Sergi y Adams.
Cortázar habría soñado el cuento en la vivienda de Abraham Vigo, un pintor uruguayo que vivió en la capital mendocina. Según «el Gran Cronopio», una noche se despertó en medio de una pesadilla y de un tirón nació el texto que finalmente llevaría el título de «Casa tomada». Hoy, de aquella vivienda únicamente queda un cartel en la esquina de aquel solar, que apenas da cuenta del paso del gran autor «argentino».
Sergi, amigo de Cortázar y anfitrión del arte
Durante la estadía de Cortázar en Mendoza la casa de Sergi se convirtió en el epicentro de grandes bacanales artísticas. Allí, siempre acompañados de los manjares que hacía el italiano, se sucedían las conversaciones. Mendoza fue el lugar donde Cortázar abandonó por primera vez la soledad; conoció la amistad, la bohemia; dejó de lado a Julio Denis (el seudónimo con el que había escrito hasta el momento); y abrazó su identidad de escritor.
En su libro Cortázar en Mendoza: Un encuentro crucial, Jaime Correas cuenta que, como retribución de los manjares que preparaba Sergi para agasajar a sus amigos, Cortázar escribió un poema en el que le ofrecía un goulash hecho con palabras que la familia del grabador aún conserva:
El libro de Correas cuenta con treinta poemas -escritos entre 1945 y 1948- y apuntes de algunas de las clases que impartió Cortázar en su paso por la Universidad de Cuyo. Una joya invaluable para los amantes del autor de Rayuela.

Cortázar, Mendoza y una salida apresurada
El vínculo con Mendoza no terminó de la mejor manera. Y Cortázar, al igual que en Chivilcoy, vuelve a sentirse expulsado. Lo que en un comienzo se había traducido en un enamoramiento con la Universidad de Cuyo, con el paso de los meses y el incremento de la convencionalidad política, se fue traduciendo en una suerte de rechazo. Esto culminó con la toma de la propia universidad. Cortázar formó parte de la rebelión de manera activa, tomando partido por el bando de los estudiantes, que se sentían traicionados por el cuerpo directivo de la institución. Tan activa resultó su participación que el himno de la toma llevaba una letra escrita por Julio.
La resistencia, que duró un tiempo, terminó tensando las posiciones entre los directivos, los alumnos y el propio Cortázar, que para aquel entonces se había convertido en un converso militante de la causa estudiantil. Su postura lo llevó de «regreso» a Buenos Aires.

Fragmento de Casa tomada
“Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.
Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y como nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde…”
Julio Cortázar
¿Quién fue Sergio Sergi?
Sergio Sergi nació en 1896 en Trieste, una ciudad situada al norte de Italia que permaneció, sin embargo, bajo poder austrohúngaro hasta la Primera Guerra Mundial. En Europa vivió hasta los 31 años: estudió en la Escuela de Artes Gráficas de Viena y fue alistado en la guerra. En 1927 vino a la Argentina; luego de un paso breve por Buenos Aires, se instaló en Santa Fe. Más tarde hizo de la ciudad de Mendoza su residencia definitiva. Fue tan importante por su producción artística como por su labor docente. Murió en 1973. Según dicen varios testimonios, no le gustaba en absoluto que se hablara de él.