
Antonio Machado y su poética esencial
…»la poesía es la palabra esencial en el tiempo.»
Antonio Machado en su prólogo «Poética» de 1931
Antonio Machado Ruiz nació un 26 de julio de 1875 en Sevilla y falleció el 22 de febrero de 1939. Según escribió el poeta español en una breve autobiografía que data de 1917:
«Nací en Sevilla, una noche de julio de 1875, en el célebre palacio de las Dueñas, sito en la calle del mismo nombre. Mis recuerdos de la ciudad natal son todos infantiles, porque a los ocho años pasé a Madrid, adonde mis padres se trasladaron, y me eduqué en el Instituto Libre de Enseñanza. A mis maestros guardo vivo afecto y profunda gratitud. Mi adolescencia y juventud son madrileñas. He viajado algo por Francia y por España. En 1907 obtuve cátedra de Lengua francesa, que profesé durante cinco años en Soria. Allí me casé: allí murió mi esposa, cuyo recuerdo me acompaña siempre. Me trasladé a Baeza, donde hoy resido. Mis aficiones son pasear y leer.»
Si bien sus inicios como escritor tuvieron una fuerte raigambre en el Modernismo, tanto Antonio Machado como su hermano Manuel (un año mayor) formaron parte del ideario de la Generación del 98 cuyos principales precursores fueron: Miguel de Unamuno, José Martínez Ruiz (más conocido como Azorín y quien le dio el nombre a este movimiento), José Ortega y Gasset, Pío Baroja, Ramón María del Valle-Inclán, Joaquín Costa, Ángel Ganivet, Ramiro de Maeztu.

Su primer libro, «Soledades», fue publicado en 1903. Los poemas que aparecen en él fueron escritos entre 1899 y 1902. En esta obra el poeta intenta alejarse de la influencia del padre del Modernismo, Rubén Darío, a partir de un lenguaje más sencillo y de fácil comprensión, alejándose -de esta forma- del lenguaje simbólico modernista. En el prólogo, Antonio Machado lo expresa de esta forma:
«Por aquellos años, Rubén Darío, combatido hasta el escarnio por la crítica al uso, era el ídolo de una selecta minoría. Yo también admiraba al autor de Prosas Profanas, el maestro incomparable de la forma y de la sensación, que más tarde nos reveló la hondura de su alma en Cantos de Vida y Esperanza. Pero yo pretendí –y reparad en que no me jacto de éxitos, sino de propósitos– seguir camino bien distinto. Pensaba yo que el elemento poético no era la palabra por su valor fónico, ni el color, ni la línea, ni un complejo de sensaciones, sino una honda palpitación del espíritu; lo que pone el alma, si es que algo pone, o lo que dice, si es que algo dice, con voz propia, en respuesta animada al contacto del mundo. Y aun pensaba que el hombre puede sorprender algunas palabras de un íntimo monólogo, distinguiendo la voz viva de los ecos inertes; que puede también, mirando hacia dentro, vislumbrar las ideas cordiales, los universales del sentimiento. No fue mi libro la realización sistemática de este propósito; mas tal era mi estética de entonces.»
He andado muchos caminos,
Estrofas de poema II de Soledades
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,…

Su siguiente libro, «Soledades, galerías y otros poemas» (1907), es una reedición del anterior. Aquí la poética se desarrolla a partir de una voz melancólica e intimista; y una intención de captar la fluidez del tiempo.
Leyendo un claro día
Fragmento de poema LXI de Galerías
mis bien amados versos,
he visto en el profundo
espejo de mis sueños
que una verdad divina
temblando está de miedo,
y es una flor que quiere
echar su aroma al viento.
El alma del poeta
se orienta hacia el misterio.
Sólo el poeta puede
mirar lo que está lejos
dentro del alma, en turbio
y mago sol envuelto.
En «Campos de Castilla» (1912) la concepción estética aparece relacionada al sentimiento patriótico a partir de la observación del paisaje castellano y los hombres que lo habitan.
Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día.
Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía,
buscando los recodos de sombra, lentamente.
A trechos me paraba para enjugar mi frente
y dar algún respiro al pecho jadeante;
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante
y hacia la mano diestra vencido y apoyado
en un bastón, a guisa de pastoril cayado,
trepaba por los cerros que habitan las rapaces
aves de altura, hollando las hierbas montaraces
de fuerte olor -romero, tomillo, salvia, espliego-.
Fragmento del poema «A orillas del Duero» del libro Campos de Castilla
A pesar de que el poeta intenta alejarse de la poética rubeniana, considera a Darío como su gran mentor. Es por ello que elige prologar su obra Poesías completas con el poema que Rubén Darío le dedicó al sevillano en 1905.
Misterioso y silencioso
iba una y otra vez.
Su mirada era tan profunda
que apenas se podía ver.
Cuando hablaba tenía un dejo
de timidez y de altivez.
Y la luz de sus pensamientos
casi siempre se veía arder.
Era luminoso y profundo
como era hombre de buena fe.
Fuera pastor de mil leones
y de corderos a la vez.
Conduciría tempestades
o traería un panal de miel.
Las maravillas de la vida
y del amor y del placer,
cantaba en versos profundos
cuyo secreto era de él.
Montado en un raro Pegaso,
un día al imposible se fue.
Ruego por Antonio a mis dioses,
ellos le salven siempre. Amén.
Rubén Darío
(Oración por Antonio Machado)