
Roberto Santoro: «Hay que soltar poemas en la calle como mariposas»
El Terrorismo de Estado, que en nuestro país dejó 30.000 desaparecidos, sin dudas es una de las grandes marcas llamadas a recordar. La memoria es un ejercicio casi cotidiano y, lejos de convertirse en un impedimento para el crecimiento, se ha convertido en un motor de desarrollo. Ella nos sirve para recordar qué es lo que no puede volver a ocurrir. La naturaleza tiene memoria/genética y gracias a ella evoluciona. El cuerpo humano tiene memoria y ella nos define y defiende -en muchos casos-.
Desde PAMA (Poesía a Mano Alzada) proponemos nuestro ejercicio de memoria e invitamos a recordar las letras de tres autores indispensables que forman parte de la larga lista de detenidos, torturados, asesinados y desaparecidos por la última Dictadura cívico-militar que sufrió la República Argentina (entre 1976-1983): Francisco «Paco» Urondo, Roberto Jorge Santoro y Haroldo Conti, tan sólo por mencionar a algunos.
En esta oportunidad nos ocuparemos de Santoro, el escritor que soñó con soltar poemas en la calle como mariposas.

¿Quién fue Santoro?
Roberto Jorge Santoro (nació un 17 de abril de 1939), como cualquiera de nosotros era un hombre que tenía sueños, trabajaba, amaba y dividía sus pasiones entre el fútbol, la literatura y la política. Era un intelectual, pero se ganaba la vida como preceptor en una escuela del barrio de Once.
Santoro entendía -dice Rosana López Rodríguez en el libro «Obra poética completa 1959-1977. Roberto Jorge Santoro«- que en cierta forma su intervención político-intelectual debía tener en cuenta sus intereses más íntimos: la poesía, el barrio, el fútbol y el tango.
«Según cuentan los que lo conocieron, hacía gala de un sentido del humor insuperable que desplegaba como histriónico contador de chistes».
Rosana López Rodríguez, en el libro «Obra poética completa 1959-1977. Roberto Jorge Santoro»
Santoro se sabía artista. Era un humanista convencido que jamás separó su actividad artística de su compromiso, primero, y de su militancia, después.
«Lo más importante es ser uno cuando se vive y ser el mismo cuando se escribe»
Roberto Jorge Santoro

Esa unidad entre la vida y la obra llevaron al poeta a lograr la mayor libertad posible que un artista puede tener; es decir, haciéndose cargo de la necesidad personal y social. Cuando Santoro no tuvo dinero para publicar sus libros y los de sus compañeros hizo un curso de linotipista para aprender el oficio. Una de sus militancias más marcadas era hacer llegar la literatura a los trabajadores. Su gran aspiración consistía en ver los poemas como volantes, arrojados en manifestaciones: algo así como mariposas para quienes están en la calle luchando.
Por aquellos años, Santoro se debate entre la poesía y las canciones. En 1962 publica su primer libro «Oficio desesperado» y ese mismo año sale a la luz «De tango y lo demás». Un año más tarde, «El último tranvía» (cinco poemas acompañados por xilografías de Miguel Ángel Rozzisi). El recorrido continuó casi si detenciones. Trece fueron los libros que publicó entre 1962 y 1975.

El barrilete cósmico
La evolución artística y poética de Santoro se pone de manifiesto en «El barrilete» (1963-1967), una revista cultural por donde pasaron escritores y letristas de tango -en cinco años se editaron 13 números-. La publicación tenía una regla: «No autopublicarse (salvo contadas excepciones). Los poetas que forman parte del grupo se reúnen alrededor de las propuestas que acercan para su discusión: otros poetas, temas y discusiones que, de ser aprobados, serían incorporados en la publicación».
Por sus páginas pasaron poetas como Martín Campos, Carlos Patiño, Alberto Costa y Rafael Vásquez, entre otros. Además, supo abrirle las puertas a escritores tangueros de la talla de: Carlos de la Púa, Celedonio Flores y Homero Manzi, entre otros.
El objetivo de la publicación era poner la poesía en el bolsillo del trabajador. Por eso, el grupo no sólo armaba la revista sino que además organizaba recitales, lecturas en sociedades de fomentos, fábricas y otros espacios públicos y privados, etc.
Para aquel entonces Santoro era miembro del PTR y militaba activamente en el Frente de Trabajadores de la Cultura y en el FAS, junto a Haroldo Conti y Humberto Costantini.
El secuestro de Santoro
El 1 de junio de 1977 en el barrio de Once, cuando tenía treinta y siete años, Roberto Jorge Santoro es secuestrado por un grupo de tareas del Ejército. Tras hacerse pasar por familiares de un estudiante, la patota se lo llevó de la escuela donde trabajaba como preceptor.

La poesía de Santoro
La voz poética de Santoro está cargada de amores, pasiones e identidad. Sus versos llevan consigo el fútbol, el tango y el pueblo. Cuando se piensa en la construcción identitaria de un autor se busca el deseo íntimo suyo y la forma de llevarlo adelante. Esto en Santoro era claro. El lector que el artista buscaba era el pueblo trabajador. A él le hablaba en sus letras. Era directo, concreto y capaz de crear universos sin necesitar el apoyo de grandes artilugios literarios. Desde el primer minuto en que construyó un poema pareció tener claro que la búsqueda personal era llevar la poesía al día a día de la gente. Hacer de ella su compañía cotidiana. Y es así que sus temas fueron tan cercanos como comunes a una gran cantidad de personas.
En sus poemas más íntimos y personales Santoro habla de un barrio-paraíso perdido que por momentos puede ser la calle de la vuelta como el patio de la casa familiar. No define el dónde, a pesar de estar creándolo todo el tiempo. Busca una refundación literaria, y no sólo artística, del mundo que conoce, desde el más próximo hasta el lejano. Así hace de su intimidad una intimidad cercana a otros. Y comparte su universo.
un viento que se llevó la alegría
y la luna de los dedos
ahora se golpean las cosas con mis ojos
y ventanales de azufre registran la catástrofe
se derrama el misterio como un papel ajado
atropellando nuestro circo de asombro
todo el esperar castillos y brujas para salirnos del cuerpo
como buscando los ángeles
los barriletes huidos
esos interminables bosques de lobos y caperuzas
esas casas de chocolate
de enanos gigantes
esos silencios de la siesta en que uno cree volver al beso
y cuando echaste no sin esfuerzo los ojos tras la magia
te despiertan
para erigir estatuas que ruedan la mentira
la sinrazón entre bostezos de sangre
(…)
y entonces te dan unas ganas raras de llorar
de caerte muerto”
(Algunas cosas)
el barrio es casa y tango
bailar en la rayuela
un salto salto el cielo
y otro salto
el tango hostil y fiero
se fue con el tranvía
a bailotear en la luna de tu ojera
se fue que no parece
está
rabia que crece
arde grita
da bronca
está que no parece
(Primer poema de la serie «De Tango»)

Poemas inéditos
En esta fase literaria, que no llegó a ser publicada en vida por el propio Santoro, se ve a un autor mucho más directo y picante. La mayoría de sus textos bien podrían haber ganado las paredes y ser inmortalizados como graffitis o grabados -callejeros- de una época.

el sistema
ha comenzado a tartamudear
( AAA )
qué va a ser justa la justicia
y el derecho derecho?
(Nombres falsos)
como al ejército contrarrevolucionario
le falta el alma
está obligado a tener muchos cuerpos.
(Escala Zoológica)
para muestra
basta un botón
(Represión)
las armas las carga el diablo
las palabras el poeta
( Ejercicio)
a la palabra nuestra de cada día
darle vida hoy
(Solicitud)
tener la realidad
en la punta de la lengua
(Literatura popular)
el poeta no debe hacer
buena letra
(Caligrafía)
muchos poetas
no tienen nada más que palabras
(Deuda)
sitiar al lenguaje
y ocuparlo
(Toma)
ex-preso
soy libre
(Escritura y libertad)
el poeta y el pueblo
comen en un mismo plato
(Identidad)