Lucila Godoy Alcayaga nació un 7 de abril de 1889. Ramona Victoria Epifanía Rufina Ocampo también nació el 7 de abril pero de 1890. Y en común tienen el día de nacimiento, su profesión, el uso de un seudónimo y varias convicciones. Estamos hablando de Gabriela Mistral y Victoria Ocampo: dos de las escritoras más representativas de nuestro continente durante el siglo XX.
Gabriela Mistral
Gabriela Mistral fue una escritora, diplomática y docente chilena. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1945 por su obra poética. Como poetisa es una de las figuras más importantes de la literatura chilena y latinoamericana. Entre sus obras destacan Desolación, Tala y Lagar.
Victoria Ocampo
Victoria Ocampo fue una escritora, intelectual, ensayista, traductora, editora y mecenas argentina. Sus viajes por el mundo le permitieron contribuir al desarrollo cultural de su país como así también conocer a diferentes escritores, artistas e intelectuales. Con varios de ellos mantuvo una relación por correspondencia -antes o a partir de conocerse personalmente-. Existieron dos escritoras con las que se estableció un intercambio epistolar que duró muchos años: Virginia Woolf y Gabriela Mistral.
La relación entre las escritoras
Gabriela Mistral y Victoria Ocampo fueron dos de las más influyentes intelectuales en Latinoamérica durante el siglo XX. A pesar de pertenecer a clases sociales diferentes (Mistral se había criado en un entorno familiar modesto; en tanto que Ocampo provenía de la aristocracia), las escritoras tenían en claro la importancia de bogar por los derechos civiles de las mujeres, entre otras cuestiones que afectaban a las sociedades americanas de la época.
Es así que, a partir de un ida y vuelta de misivas que duró nada más ni nada menos que treinta años, forjaron una amistad única y dejaron su legado feminista plasmado en papel.

El intercambio epistolar se inicia en 1926, pero recién en 1934 lograron reunirse en persona en Madrid, y luego concretaron seis encuentros más en toda su vida. El libro, que compila las 125 cartas que se enviaron las escritoras entre 1926 y 1956, se titula «Esta América nuestra«. Estas misivas registran hechos fundamentales en la vida de las autoras como la relación sentimental de Victoria con Eduardo Mallea, el suicidio del sobrino de Gabriela, la gestación del proyecto SUR. También, atraviesan temas esenciales del siglo: la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial, el peronismo. Respecto a este último, cuando Victoria Ocampo fue arrestada por disidencias con el gobierno por considerarlo antidemocrático, Mistral fue una de las encargadas de llevar adelante su defensa y le envió un telegrama al presidente Juan Domingo Perón para que la liberase tras 26 días de arresto.

Mistral se refería a Ocampo como «Vic.», «Vict.» o «Votoya». Entre marzo y mayo de 1938, la escritora chilena permaneció en Argentina y Victoria la hospedó alternadamente en su casa marplatense, Villa Ocampo, y su residencia de la ciudad de Buenos Aires. Este viaje tenía como objetivo la publicación del libro Tala a través de la editorial Sur que dirigía Victoria. Un año antes de este encuentro, Mistral ya enferma y en una de sus cartas, le había pedido a la escritora argentina que en caso de morir cuidase de su sobrino Yinyin, de apenas 14 años, evitando así que viviera en un orfanato. Sin embargo, Yinyin se suicidó en 1943 y Mistral nunca se recuperó de la tragedia.

Un pedido poético
Unos años más tarde de haber sido hospedada por Ocampo, Mistral escribe «Recado a Victoria Ocampo, en Argentina«. Se trata de una carta poética mixta. Gabriela realiza un elogio del lugar y la casa donde fue alojada, una casa que le parece hecha a semejanza de su dueña. Y las loas son infinitas: a los alimentos, a la tierra, a esa madre que ama y juega con sus hijos. También se muestra agradecida por el grato descanso que le brindó su casa, el jardín, el canto de las aves, el verde, el aire del mar y su generosa acogida de escritores de todo el mundo. Los elogios abarcan también a la escritora bonaerense cuya grandeza moral y física la semejan al territorio argentino. Finalmente, se despide y le encarga la América entera, la libertad, la educación popular, la danza y el canto y la vida, con su dolor y su dicha.
Victoria, la costa a que me trajiste,
tiene dulces los pastos y salobre el viento,
el mar Atlántico como crin de potros
y los ganados como el mar Atlántico.
Y tu casa, Victoria, tiene alhucemas,
y verídicos tiene hierro y maderas,
conversación, lealtad y muros.
Albañil, plomero, vidriero,
midieron sin compases, midieron mirándote,
midieron, midieron...
Y la casa, que es tu vaina,
medio es tu madre, medio tu hija...
Industria te hicieron de paz y sueño;
puertas dieron para tu antojo;
umbral tendieron a tus pies...
Yo no sé si es mejor fruta que pan
y es el vino mejor que la leche en tu mesa.
Tú decidiste ser "la terrestre",
y te sirve la Tierra de la mano a la mano,
con espiga y horno, cepa y lagar.
La casa y el jardín cruzan los niños;
ellos parten tus ojos yendo y viniendo;
sus siete nombres llenan tu boca,
los siete donaires sueltan tu risa
y te enredas con ellos en hierbas locas
o te caes con ellos pasando médanos.
Gracias por el sueño que me dio tu casa,
que fue de vellón de lana merino;
por cada copo de tu árbol de ceibo,
por la mañana en que oí las torcazas;
por tu ocurrencia de "fuente de pájaros",
por tanto verde en mis ojos heridos,
y bocanada de sal en mi aliento:
por tu paciencia para poetas
de los cuarenta puntos cardinales...
Te quiero porque eres vasca
y eres terca y apuntas lejos,
a lo que viene y aún no llega;
y porque te pareces a bultos naturales:
a maíz que rebosa la América
-rebosa mano, rebosa boca-,
y a la Pampa que es de su viento
y al alma hija del Dios tremendo...
Te digo adiós y aquí te dejo,
como te hallé, sentada en dunas.
Te encargo tierras de la América,
¡a ti tan ceiba y tan flamenco,
y tan andina y tan fluvial
y tan cascada cegadora
y tan relámpago de la Pampa!
Guarda libre a tu Argentina
el viento, el cielo y las trojes;
libre la Cartilla, libre el rezo,
libre el canto, libre el llanto,
el pericón y la milonga,
libre el lazo y el galope
¡y el dolor y la dicha libres!
Por la Ley vieja de la Tierra;
por lo que es, por lo que ha sido,
por tu sangre y por la mía,
¡por Martín Fierro y el gran Cuyano
y por Nuestro Señor Jesucristo!
(Recado a Victoria Ocampo en la Argentina)
Gabriela Mistral