El día 23 de abril fue elegido como «Día Internacional del Libro» ya que, supuestamente, coincide con el fallecimiento de tres grandes de la literatura e historia universales: Miguel de Cervantes, William Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega. Los tres murieron en la misma fecha en el año 1616. Aunque la justificación inicial para haber escogido esta fecha fue la muerte de Cervantes, en realidad éste falleció el 22 y fue enterrado el 23 (que es cuando se consignó su fallecimiento); por su parte, Shakespeare murió el 23 de abril del calendario juliano que corresponde al 3 de mayo del calendario gregoriano; por último, Inca Garcilaso de la Vega de quien, con seguridad, se conmemora su deceso en Córdoba, España, el 23 de abril de 1616.
La Unión Internacional de Editores propuso esta fecha a la UNESCO con el objetivo de fomentar la cultura y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor. La Conferencia General de la UNESCO la aprobó en París el 15 de noviembre de 1995 por lo que, a partir de dicha fecha, el 23 de abril es el «Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor».
Los tres autores, de los que esbozaremos parte de su historia y bibliografía en este posteo, tienen en su haber gran cantidad de libros publicados que recorrieron el mundo entero.
Los dos príncipes
Inca Garcilaso de la Vega
Se lo considera el «príncipe de los escritores del Nuevo Mundo«, ya que su obra literaria -ubicada en el Renacimiento- se destaca por un gran dominio y manejo del idioma castellano.
Gómez Suárez de Figueroa, renombrado como Inca Garcilaso de la Vega, nació en Cuzco el 12 de abril de 1539 y murió en Córdoba, España, un 23 de abril de 1616. De acuerdo a su origen, se lo considera además como el primer mestizo racial y cultural de América. Su nacimiento es una consecuencia del ‘encuentro’ de dos culturas: la española y la incaica. Por otro lado, las sangres que le dieron vida son nobles por ambas partes: su padre fue el capitán Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas, un extremeño descendiente de una ilustre familia de escritores -estaba emparentado con el Marqués de Santillana, con Garcilaso de la Vega, con Garci Sánchez de Badajoz, con Jorge Manrique-, y su madre, la Palla («mujer de sangre real») Isabel Chimpu Ocllo, hija del Infante Huallpa Túpac, nieta del Inca Túpac Yupanqui, antepenúltimo gobernante de la dinastía imperial, y sobrina de Huayna Cápac, el último gran emperador del Incario.
En su obra este encuentro de culturas se verá reflejado constantemente ya que Garcilaso estaría toda su vida tironeado entre lealtades opuestas y contradictorias. Los ‘recuerdos mestizos’ cobrarían vida mucho después en una obra que, precisamente por ser tardía (comienza cuando el autor ya tenía 51 años), tiene un marcado carácter retrospectivo y conservador, afanado en salvar del olvido lo perdido en el tiempo o distante en el espacio, y empeñado en mostrar a los incas ante los españoles a la luz de una buena doctrina y mejor filosofía.
De esta manera, el Inca Garcilaso es un narrador del proceso de su propia historia dentro de la Historia. Hasta se convirtió en traductor de su propia obra.

El título más celebre es Comentarios reales (1609), un libro histórico-literario que trata sobre la historia, las costumbres y las tradiciones del Antiguo Perú, aunque centrándose en el período inca. Es la primera gran obra de la literatura peruana y una de las más importantes del período colonial. El título de la obra se refiere a un tipo de narración cuya veracidad se diferenciaba de los cronistas españoles quienes, al no «participar» de la historia de un pueblo, no tenían el atributo de dar testimonio alguno.
«A los hijos de español y de india, o de indio y española, nos llaman mestizos, por decir que somos mezclados de ambas naciones; fue impuesto por los primeros españoles que tuvieron hijos en Indias; y por ser nombre impuesto por nuestros padres y por su significación, me lo llamo yo a boca llena y me honro con él. Aunque en Indias si a uno de ellos le dicen sois un mestizo, lo toman por menosprecio. (…) De las grandezas y prosperidades pasadas venían a las cosas presentes, lloraban sus Reyes muertos, enajenado su Imperio y acabada su república, etc. Estas y otras semejantes pláticas tenían los Incas Pallas en sus visitas, y con la memoria del bien perdido siempre acababan su conversación en lágrimas y llanto, diciendo: »Trocósenos el reinar en vasallaje… « etc. En estas pláticas yo, como muchacho, entraba y salía muchas veces donde ellos estaban, y me holgaba de las oír, como huelgan los tales de oír fábulas. Pasando pues días, meses y años, siendo ya yo de diez y seis o diez y siete años, acaeció que, estando mis parientes un día en esta su conversación hablando de sus Reyes y antiguallas, al más anciano de ellos, que era el que daba cuenta de ellas, le dije:
Fragmentos de Comentarios reales del Inca Garcilaso de la Vega
– Inca, tío, pues no hay escritura entre vosotros, que es lo que guarda la memoria de las cosas pasadas, ¿qué noticia tenéis del origen y principio de nuestros Reyes? Porque allá los españoles y las otras naciones, sus comarcanas, como tienen historias divinas y humanas, saben por ellas cuándo empezaron a reinar sus Reyes y los ajenos y al trocarse unos imperios en otros, hasta saber cuántos mil años ha que Dios crió el cielo y la tierra, que todo esto y mucho más saben por sus libros. Empero vosotros, que carecéis de ellos, ¿qué memoria tenéis de vuestras antiguallas?, ¿quién fue el primero de nuestros Incas?, ¿cómo se llamó?, ¿qué origen tuvo su linaje?, ¿de qué manera empezó a reinar?, ¿con qué gente y armas conquistó este grande Imperio?, ¿qué origen tuvieron nuestras hazañas? El Inca, como holgándose de haber oído las preguntas, por el gusto que recibía de dar cuenta de ellas, se volvió a mí (que ya otras muchas veces le había oído, mas ninguna con la atención que entonces) y me dijo:
– Sobrino, yo te las diré de muy buena gana; a ti te conviene oírlas y guardarlas en el corazón (es frase de ellos por decir en la memoria). Sabrás que en los siglos antiguos toda esta región de tierra que ves eran unos grandes montes y breñales, y las gentes en aquellos tiempos vivían como fieras y animales brutos, sin religión ni policía, sin pueblo ni casa, sin cultivar ni sembrar la tierra, sin vestir ni cubrir sus carnes, porque no sabían labrar algodón ni lana para hacer de vestir; vivían de dos en dos y de tres en tres, como acertaban a juntarse en las cuevas y resquicios de peñas y cavernas de la tierra. Comían, como bestias, yerbas del campo y raíces de árboles y la fruta inculta que ellos daban de suyo y carne humana. Cubrían sus carnes con hojas y cortezas de árboles y pieles de animales; otros andaban en cueros. En suma, vivían como venados y salvajinas, y aun en las mujeres se habían (se comportaban) como los brutos, porque no supieron tenerlas propias y conocidas.»
Miguel de Cervantes Saavedra
Miguel de Cervantes Saavedra nació el 29 de septiembre de 1547 en Alcalá de Henares y falleció en Madrid en 1616. Si bien su fecha de muerte se estima el 22, se sabe que su entierro fue al día siguiente: un 23 de abril. Apodado el «Príncipe de los Ingenios«, Cervantes es considerado como el máximo exponente de la literatura española.
Fue el cuarto de los siete hijos del matrimonio conformado por Rodrigo de Cervantes y Leonor Cortinas. A los dieciocho años tuvo que huir a Italia porque había herido a un hombre en un duelo. Allí entró al servicio del cardenal Giulio Acquaviva. Poco después, se alistó como soldado y participó heroicamente en la batalla de Lepanto en 1571 donde fue herido en el pecho y en la mano izquierda, que le quedó entumecida (de allí reside su otro apodo: «el manco de Lepanto«). Luego de esta batalla continuó unos años como soldado y, en 1575, cuando regresaba a la península junto a su hermano Rodrigo, fueron apresados y llevados cautivos a Argel. Cinco años estuvo prisionero, hasta que en 1580 pudo ser liberado gracias al rescate que aportó su familia y los padres trinitarios. Durante su cautiverio, Cervantes intentó fugarse varias veces, pero nunca lo logró. Cuando en 1580 volvió a la Península tras doce años de ausencia, intentó varios trabajos y solicitó un empleo en las Indias que no le fue concedido. Fue una etapa dura para Cervantes que empezaba a escribir en aquellos años. En 1584 se casó y, entre 1587 y 1600, residió en Sevilla ejerciendo un ingrato y humilde oficio –comisario de abastecimientos-, que le obligaba a recorrer Andalucía requisando alimentos para las expediciones que preparaba Felipe II. La estancia en Sevilla parece ser fundamental en la biografía cervantina pues tanto los viajes como la cárcel le permitieron conocer todo tipo de gentes que aparecerán como personajes en su obra. Cervantes se trasladó a Valladolid en 1604 en busca de mecenas en el entorno de la Corte debido a sus dificultades económicas. Cuando en 1605 publicó la primera parte del Quijote, alcanzó un gran éxito, lo que le permitió publicar en pocos años lo que había ido escribiendo. Sin embargo, a pesar del éxito del Quijote, Cervantes siempre vivió con penurias, buscando la protección de algún mecenas entre los nobles, lo que consiguió sólo parcialmente del conde de Lemos.

Sin dudas, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha es la obra que ubica a Cervantes como uno de los más grandes escritores de la literatura y como el fundador de la novela en el sentido moderno de la palabra. A partir de la satirización de las novelas de caballerías, el libro construye un cuadro tragicómico de la vida y explora las profundidades del alma a través de las andanzas de dos personajes arquetípicos y contrapuestos: don Quijote y su escudero Sancho Panza.
…»Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primero molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero1, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle, a todo el correr de su asno, y cuando llegó halló que no se podía menear: tal fue el golpe que dio con él Rocinante.
—¡Válame Dios! —dijo Sancho—. ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza?
—Calla, amigo Sancho —respondió don Quijote—, que las cosas de la guerra más que otras están sujetas a continua mudanza; cuanto más, que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes en molinos, por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas al cabo al cabo1 han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada.
—Dios lo haga como puede —respondió Sancho Panza.
Fragmento del capítulo VIII de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha de Cervantes
El Bardo
William Shakespeare
William Shakespeare nació un 23 de abril de 1564 y murió el mismo día pero de 1616. Fue dramaturgo, poeta y actor inglés cuya trascendencia lo ubica en el escritor más importante en lengua inglesa y uno de los más célebres de la literatura universal. En ocasiones a Shakespeare se lo conocía como el Bardo de Avon (o simplemente el Bardo) por ser una persona encargada de transmitir historias, leyendas y poemas de forma oral, además de cantar la historia de sus pueblos en largos poemas recitativos.
Fue el tercer hijo entre una camada de ocho hermanos. William cursó su escolaridad en Stratford-upon-Avon, su localidad natal, y por ser primogénito varón, era el destinado a ser el sucesor de los negocios de su padre. Así cursaría seis años en Grammar School pero pronto tuvo que dejar los estudios para ejercer a temprana edad como carnicero, tras la compleja situación de su familia. Nunca llegó a asistir a la universidad.
Para el año 1582, Shakespeare decide contraer matrimonio con Anne Hathaway con quien tiene a su hija Susanna en 1583. Dos años más tarde nacerían los mellizos Hamnet -que fallece a la corta edad de 11 años- y Judith.

En 1588 llega a Londres donde se consagra como dramaturgo y actor teatral. Una de las características más importantes del teatro isabelino, y del de Shakespeare en particular, es la multitud de niveles en las que giran sus tramas. Lo trágico, lo cómico, lo poético, lo terreno y lo sobrenatural, lo real y lo fantástico se entremezclan en mayor o menor medida en estas obras. La vastedad de sus textos radica en la variedad: escribió comedias, tragedias, dramas históricos, sonetos y poemas extensos.
«JULIETA (hablando a solas) .-¡Romeo! ¡Romeo! ¿Por qué eres tú, Romeo?… Reniega de tu padre, adjura de tu nombre, y si no quieres hacer eso, jura que me amarás, y yo cesaré de ser Julieta Capuleto.
Fragmento de Romeo y Julieta de Shakespeare
ROMEO.-¿Debo continuar escuchándola, o debo hablarle?
JULIETA.-Tú no eres mi enemigo; lo es tu nombre, tu nombre solo. Tú eres tú y no eres un Montesco. ¿Qué es un Montesco? Esos brazos, esa cabeza, esos cabellos, no componen un Montesco…Todo eso te compone a ti… ¡Cambia de nombre! ¡Un nombre no es nada! Demos a una rosa otro nombre, y no por ello dejará de agradarnos; su perfume no será por eso menos suave. Si Romeo tuviese otro nombre, toda su gracia y su perfección quedarían en él, que es a quien yo amo. ¡Borra tu nombre, oh Romeo, ese nombre que no es nada, ese nombre que no constituye tu ser! ¡Bórralo y tómame a mí en cambio, a mí toda entera!
ROMEO (alto a Julieta).-Te cojo la palabra, Julieta. Dime tan solo: «¡Amado mío!», dame ese nuevo bautismo, y nunca, ¡oh!, nunca volveré a ser Romeo.
JULIETA (mirando debajo del balcón).-¿Quién eres tú, que me escuchas? ¿Tú, a quien la noche envuelve y que sorprende mis pensamientos más secretos?
ROMEO.-No me atrevo a decirte mi nombre; es un nombre que aborrezco, ¡oh mi adorada santa!… Le detesto por ser enemigo de la que amo. ¡Si lo tuviese escrito Aquí, ante mis ojos, haría pedazos las letras que lo componen!
JULIETA.-Has pronunciado pocas palabras, pero ninguna se ha escapado a mi oído, y he conocido también el acento de tu voz…. ¿No eres tú Romeo…? ¿No eres un hijo de Montesco?
ROMEO.-Ni lo uno ni lo otro, ¡oh mi bella santa!, si lo uno y lo otro te desagrada.
JULIETA.-¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Para qué estás ahí? Dímelo. Los muros de este jardín son muy altos y difíciles de escalar. Este sitio representa la muerte para ti, que eres un Montesco, si es que te encuentra alguno de mis parientes.
ROMEO.-El amor me prestó sus alas, y desaparecieron todos los obstáculos. ¿Qué es para el amor una muralla de piedra? A todo lo que quiere se atreve, y yo no temo la cólera de tus parientes.
JULIETA.-¡Si te viesen, te matarían!
ROMEO.-Hay para mí más peligro en tus ojos que en afrontar veinte espadas desnudas. Concédeme tan sólo una dulce mirada, y eso me basta para desafiar el furor de todos.»