Las novelas no siempre tienen que contar grandes historias ni partir de momentos dantescos. No todas las historias deben iniciar ni acabar en paraísos ni en infiernos. «La madre jodida«, no sólo es el debut en la novela de Edgardo Kawior, sino que, además, se presenta como un ejercicio de sanación personal y literario. Ejercicio que por momentos parece ser una
prioridad del autor y, en ocasiones se presenta como una -impuesta- necesidad del lector.
«La madre jodida» es por sobre todas las cosas una historia que -más allá de los matices y de las particularidades que ella tiene- nos toca de algún modo. En sus capítulos -en ritmo de humor- hay amor, enojos, amor, dudas, amor, miedos y culpas, y por -sobre todo- más amor (de pareja, maternal, fraternal y propio).
El texto -como el propio autor dice- «es un cuento que bien podría reducirse a unas pocas líneas», pero que aspira y justifica su intención creando preguntas profundas -de esas que te quiten el sueño- que no solo atañen al personaje sino que logran ir más allá hasta incluir al propio lector.

“Hay preguntas que duelen, hay preguntas que calman, hay preguntas que causan.
—¿Dónde empieza la historia? —me preguntó uno de mis compañeros del taller.
Le contesté rápido, antes de que Moka volviera a interrumpir.
—La historia empieza en el momento que él —yo— se da cuenta de que está enamorado hasta las bolas de Eva. Y ese momento fue cuando cogieron por primera vez, medio en pedo, muertos de risa, bañados en lágrimas y transpiración.
Cuánto más lento caminaban, más se quejaba la escalera de madera. Eran pasadas las dos de la mañana y si bien los padres de Eva dormían, ella no quería hacer el menor ruido al pasar junto a la puerta del dormitorio matrimonial. Él la llevaba con una mano en el culo y la otra en su boca.
—¿Por qué estoy relatando esto en tercera persona? —me pregunto a mí mismo y yo mismo me respondo.
—No importa. Seguí, escribilo como te salga.
Estaban tentados, un poco por las dos botellas de vino que se habían tomado en la cena y otro poco por los nervios. Ella tenía diecisiete. Él, dieciocho, y sabían qué al llegar a lo más alto de la casa vivirían aquel[…]”
Fragmento de «La madre jodida«
Edgardo Kawior
Fragmento de La madre jodida
Edgardo Kawior