
Zanlungo y un viaje, sin escalas, a la infancia
Estela Zanlungo deja volar sus letras y ellas aterrizan en la infancia, que no sólo es la suya. En ese recorrido de imágenes simples y profundas la emoción atraviesa a cada uno de sus versos, ofreciendo una catarata de sensaciones.
Así es «Gerli«, su nueva obra literaria/poética que vio la luz recientemente y que es una invitación a navegar por mares -muchas veces- olvidados, como: el barrio, la infancia, la adolescencia, la casa de la abuela y sus olores.
De su reciente obra ella nos comparte dos nuevos textos: «Dos gustos» y

Ella volaba del patio a la vereda,
viva como una mariposa
que acaba de romper su malla de crisálida.
Yo era una oruga lenta
ondeando en el cuaderno de deberes
hasta la hora de comer.
Pero en verano,
cuando a lo lejos se insinuaba
la corneta frutal del heladero,
salíamos las dos a perseguir el tintinear del caballito:
¡Sasá, Sasá!
hasta que lo alcanzábamos,
despeinadas y rojas,
con la moneda apretada en el puño.
A la sombra de un árbol,
el carro fileteado y el hombre
con su traje blanquísimo
eran la figurita de un oasis en medio del desierto,
y de todas las puertas aparecían chicos
como hormigas brotadas de las casas calientes.
Nosotras hacíamos durar el cucurucho,
y cuando entrábamos a lavarnos las manos
mamá se había vuelto a recostar, porque
algo en el pecho,
que no puedo acordarme,
le dolía.
Estela Zanlungo
(Dos gustos)

Mami, ese bicho se va a quemar las alas
si sigue cerca de la luz,
va a lastimarse
si no interrumpe el desquiciado
aleteo contra los azulejos.
¿Qué esperamos las dos,
que deje de brillar?
¿Le abrimos los postigos?
¿Apagamos las lámparas?
¿Nos tropezamos con los muebles
al darle caza con un repasador?
¿Lo vas a acorralar
para que zumbe como un viejo agitado,
hasta que caiga limpia su sombra
contra el hule?
La suave noche del jardín
es toda para los alguaciles, insistías.
Yo escuchaba esa historia
y sabía que llegaba la lluvia.
Ahora que somos dos mujeres
alguien dirá: esa es la madre.
La madre es siempre la que sostiene la ventana.
Yo soy la que recuerda el patio de Lanús,
cuando volvíamos de la vereda con sillas en la mano.
y repetía,
como quien cuenta corderitos,
alguacil,
alguacil,
hasta que me dormía con la boca
pesada de libélulas.
Estela Zanlungo
(Verano del 68)