Tres poemas de Daniel Álvarez para no olvidar
El poeta catamarqueño, que actualmente se encuentra residiendo en San Luis, se suma al Especial Memoria, Verdad y Justicia con tres poemas.
Daniel público los siguientes libros: «Pueblo y rebelión» (2013), «Vuelo onírico» (2015), “Sueños encajonados” (2015 Y 2017) y “Pájaros de aguardiente” (2017), “La fama de Edward Arparigowsky” (2019) “Transeúntes” (2020), “La desnudez del oasis” (2020). Además, dirige la página web de cultura «La tuerca andante» .

Espectros y buitres
saquean al país.
Huérfanos,
mendigos
y verdugos
se clavan el amor debajo de las uñas.
Desde las persianas del infierno
los zafiros
ven al mundo placentero,
los pájaros
vuelan sobre los arrecifes,
y el diablo
nos invita a bailar un blues
en las hojas de sus letanías.
Calles envejecidas,
rapsodias congeladas,
y miradas luciferinas
se sublevan
con léxicos
y acrílicos
contra el barbullo estigmatizador.
Los relojes abandonados
lloran un remolino
de ingenuidades,
y la luna nos hechiza
en los pies
de la penumbra.
Los gallos cantan
sus monedas al traidor
entregándonos,
cotidianamente,
a los mejores postores.
Daniel Álvarez
(País oculto)

Me pesa tu silencio
frente a los mal paridos,
y que ahora nadie te vea,
sabiendo que la malicia
juega con tu nombre.
Me pesa no ver tu mirada
retratando nuestras luchas
mientras que otros esconden
su paraísos en las maletas.
¿Quién del parasitaje
nos devolverá la dignidad robada?
Dan asco los buitres
con sus soldados de chapa oxidada
queriendo apagar el fuego
que alimenta a nuestros puños.
No existe temor
cuando avanzamos
a nuestra atalaya
cansada de sangrar
en los pies de la justicia
envenenada por proxenetas.
Tu silencio
late en las batucadas,
y flamea
entre banderas y pieles
que libraran a nuestra tierra oprimida.
Daniel Álvarez
(Lo que me pesa)

Los tambores
despiertan la rebeldía
de los sin sueños.
Los arboles
abrazan a quién se gana el pan.
Las tumbadoras
gritan y gritan: “justicia”
mientras caminan por el porvenir
con las luchas que pintan banderas
para que la libertad ladre a las escorias
en plena descomposición por altaneras.
Las manos festejan el amor de la tierra
y las morenas danzan con malezas
sonriendo querencias.
Las voces arcaicas,
que caminan sobre la historia,
sudan la resistencia
ante los represores,
y las místicas armonías galopan
sobre las tierras
ardidas por el oro
para derrocar
las leyes babeadas
por las codicias.
Los alientos muerden
el calor de la música nativa
recupera su alegría profanada.
Daniel Álvarez
(Tambores y tamboriles)