
«Ella» de Dafne Muschinik
Dafne Muschinik es una artista que encuentra en la música y en la literatura su modo, más acabado, de expresión. Esta participación en PAMA (Poesía A Mano Alzada) y Noche de Letras 2.0 (el podcast que se emite desde hace 7 años por Radio Trend Topic) integra el Especial Puentes, una de las propuestas literarias por medio de la cual se invitó a participar a decenas de escritores y amantes de las letras.
Esta invitación le sirvió a Dafne para volver a escribir tras varios meses de asombrosa quietud literaria. Los invitamos a leer este relato que llega de la pluma de una de las amigas de la casa.

Vivió varios años en la Venecia del Norte. Así llamaban, y algunos todavía lo hacen, a la ciudad de los canales, a Ámsterdam.
Cierta vez, en su curioso deambular, se percató que la pasividad de las aguas de esos riachos artificiales se debía a un factor de gran importancia: los diques.
En Holanda un dique es un “dam”. El dique del río Amstel, con L, le dio nombre a aquel poblado de trazado futurista para la época, hace ya varias centurias.
Los diques le recordaban a su padre. Un muro de contención. Una fortaleza cuyo único objetivo es detener, frenar, impedir el paso. Proteger.
Ella se supo un poco así.
Pero con el paso del tiempo se enamoró de otra idea. O, mejor dicho, se encontró con otra idea.
Ya de vuelta en Buenos Aires, y sin darse cuenta, se había mimetizado con algo que trajo de aquella ciudad.
Haciendo memoria se percató de lo tanto que había disfrutado viendo transitar a tanta gente de un lado al otro de los canales. No en pequeñas barcas, sino a través de puentecitos. Tanto curso de agua ameritaba tanto puente. Y haciendo una mimesis con su vida se vio haciendo transitar a tantos hombres al sitio donde ella los esperaba, del otro lado del puente.
Ese lugar donde la fantasía toca tierra. Donde la ilusión se concreta en el encuentro, en lo tangible. Ella los esperaba del otro lado, así lo sintió siempre. Pero eso sí, siempre del mismo modo, con libertad, con transparencia, sin dobleces, sin cobro de peaje. Detestaba la idea de que el tránsito tuviera que estar supeditado al interés.
Todos, todos los que supieran verla, y para eso hacía falta estar con los ojos bien abiertos, y está claro que no hablamos de los ojos del rostro, sino de los otros, los que ven sin mirar, podrían llegar a ella. Sin escollos, sin adoquines, sin barreras, y obviamente, sin peajes.
El cruce significaría una aventura en sí. Aventura acrecentada por la expectativa que ella sabía certera. Y en la certeza de recibir con una mirada franca, y un andamiaje dispuesto.
Todos aquellos que pudieron llegar del otro lado se llevaron lo que buscaban. Pocos dejaron algo. Muy pocos. O tal vez…ninguno.
Entonces un día cayó en la cuenta que jamás había estado esperando, no fue la que creía ser, no era la que aguardaba, la que veía venir. No no.
Ella fue otra cosa. Ella fue algo más.
Finalmente pudo ver que ella, ¡ella era la construcción! Ella era el ensamble de maderos, clavos, hierros, piedras, cemento. Porque ella en realidad nunca estuvo del otro lado. Ella nunca esperó a nadie.
Ella era el puente.
Ella fue el nexo, ella fue quién permitió vincular esas expectativas, esos anhelos, esas fantasías y esos sueños, ese deseo; con lo alcanzable, con lo real…con lo posible.
Dafne Muschnik | 17 de Febrero de 2022 |
Dafne Muschinik
(Ella)