
«Inolvidables ojos claros» de Alicia Giuliani
Alicia Giuliani es periodista y aficionada a las letras, la escritura de poemas y cuentos ocupa un lugar importante en su vida. Desde que conoció a Virginia Ogando, una de las tantas víctimas del Terrorismo de Estado, su historia la marcó. Le llevó un tiempo poder escribir la dramática historia de Virginia, pero con motivo del Especial: «Memoria, verdad y justicia» que lanzamos desde PAMA (Poesía A Mano Alzada) y Noche de Letras 2.0 se animó a ponerle sus palabras y hacer de la historia un relato.

en memoria de Virginia Ogando
Virginia quedó repentinamente solita una madrugada de octubre en su hogar. Uno de los hombres que había irrumpido en el departamento arrancándole a sus padres, Jorge Ogando y Stella Maris Montesano, con un vestigio de piedad, le avisó a un vecino. Su mirada de apenas tres años buscaba comprender. También su vida quedó fijada en aquella orfandad desgarradora. Stella, la mamá, llevaba casi ocho meses de gestación cuando la arrastraron al Falcon verde. Paradójicamente, el Día de la Madre de 1976
amanecía.
Nos encontrábamos por primera vez, pero le pedí que me relatara aquella historia trágica que signó su existencia. La había escuchado de los propios abuelos paternos, quienes la criaron con amor. “Ellos siempre me contaron la verdad” aclaraba con orgullo.
Me la contó con los ojos transparentes, vidriosos y una carta en la mano. Había sostenido la esperanza de encontrar a su hermano durante la adolescencia y luego como joven mamá. “Quizás hoy Martín con otro nombre dude sobre su origen y pueda cuestionar su adopción, tengo que publicar esta carta, él puede llegar a leerla” decía con la firmeza de quienes no claudican ni en la peor de las tinieblas. Virginia era tan bonita como decidida y mostraba una fe envidiable. Con el tiempo entendí que era su único escudo; el que también perdió.
Alicia, compañera de celda de Stella Maris, otra de los miles de víctimas de la cacería feroz desplegada por la dictadura militar en la Argentina logró ser liberada y llegó hasta la familia Ogando. Pudo transmitirles la atrocidad vivida en el Pozo de Banfield y el nacimiento del niño, ese nieto nunca conocido. “A Stella Maris la llevaron de la celda cuando ya estaba con trabajo de parto, y dio a luz esposada. Al cuarto o quinto día volvió a su encierro sin el bebé”, contó la sobreviviente del cautiverio. Martín era el nombre elegido y ella lloraba destrozada por dentro y por fuera pronunciándolo. “Sólo traía consigo el cordón umbilical”.
A partir de ese momento, un ritual sagrado, silencioso, se convirtió en el contrapunto impensado de los sufrimientos por torturas. Los prisioneros del horror fueron pasando ese cordón -de vida- de celda en celda hasta que llegó a manos de Jorge. Lo siniestro y lo vital cruzaban líneas invisibles para sellar una paternidad.
El documental “Hermanos de Sangre, la búsqueda continúa” realizado por la hermana de Martín testimonia su incansable actitud frente a la identidad profanada.
En octubre de 2011 se instaló una placa con su nombre, “Virginia Ogando”, en un espacio de Casa Matriz La Plata de Banco Provincia destinado a la Memoria Institucional. Un homenaje a la lucha por la recuperación de la identidad, poco tiempo después de conocerse la noticia del suicidio de Virginia.
La carta que vi aquel día en que nos conocimos nunca llegó a destino, sin embargo, estoy segura que su alma volvió a abrazar a sus padres.
Mi admiración por esa lucha valiente, repetida en tantas familias, será eterna.
Las heridas -aún sin perdón- acaso cierren con el tiempo, pero seguirán clavadas en lo profundo de esta tierra.
Inolvidables ojos claros
Alicia Giuliani
Visitá el Especial y leé los textos que se escucharon en el podcast
