Gabriel García Márquez no podía ocultar su admiración por su compatriota José Manuel Marroquín. Él era un enamorado de este singular poema que viene a desafiar no sólo la lógica sino también a todo un estilo literario.
Hay tantas maneras de hacer poesía como valentía exista. La norma de este género es animarse a romper la lógica y así crear nuevos universos de sentido. Aquí Marroquín sin dudas lo hizo y para ello se valió del uso de la Jitanjáfora -una figura retórica que consiste en un enunciado ‘supuestamente’ carente de sentido que pretende obtener resultados eufónicos (sonidos agradables)-. Por medio de ese recurso el poeta romántico colombiano se burló de la retórica “clasiquina” de los poetas arcádicos del siglo XVIII. Y nos atreveríamos a decir que también se atrevió a desafiar a aquellos que definieron y limitaron a la propia Jitanjáfora.
Sin dudas, más allá de lo risueño y ocurrente que resulta esta obra poética, ésta lleva consigo una fuerte crítica a la intelectualidad reinante (que la realiza desde su hábil pluma, su sagaz estilo literario y gracias al uso del humor y hasta la ironía). Con este recurso literario no sólo dio una certera estocada a la retórica clasiquina sino que además asestó a la literatura y a los lectores «selectos», que bien podríamos llamar de «cámara».
Es una declaración política de ideas y principios. Algo de lo que Marroquín bien sabía. Su nombre completo es José Manuel Marroquín Ricaurte. Fue un escritor, humanista, estadista y político colombiano, que ejerció como vicepresidente de su país entre 1898 y 1900, hasta que un golpe de Estado interrumpió la gestión y el orden constitucional.
García Márquez, en su biografía “Vivir para contarla”, cita este disparate genial del poeta bogotano de la siguiente manera:
«Me gusta el juego de palabras y la creatividad con la cual invierte la lógica de las frases. Un ejemplo de creatividad.»
Si interpretáramos los primeros versos quizá nos quedaría algo así:
Ahora que los perros ladran, ahora que los gallos cantan,
ahora que tocando al alba las altas campanas suenan,
y que los burros rebuznan y que los pájaros gorjean,
y que los serenos silban y que los marranos gruñen,
y que la rosada aurora los campos extensos dora,
vertiendo líquidas perlas cual lágrimas yo derramo
y tiritando de frío si bien el alma abrasada
vengo a lanzar mis suspiros debajo de tus ventanas.
Ahora que los ladros perran,
ahora que los cantos gallan,
ahora que albando la toca
las altas suenas campanan;
y que los rebuznos burran,
y que los gorjeos pájaran
y que los silbos serenan
y que los gruños marranan
y que la aurorada rosa
los extensos doros campa,
perlando líquidas viertas
cual yo lágrimo derramas
y friando de tirito
si bien el abrasa almada,
vengo a suspirar mis lanzos
ventano de tus debajas.
Tú en tanto duerma tranquiles
en tu rega camalada
ingratándote así burla
de las amas del que te ansia
¡Oh, ventánate a tu asoma!
¡Persiane un poco la abra
y suspire los recibos
que esta pobra exhale alma!
Ven, endecha las escuchas
en que mi exhala se alma
que un milicio de musicas
me flauta con su compaña,
en tinieblo de las medias
de esta madruga oscurada.
Ven y haz miradar tus brillas
a fin de angustiar mis calmas.
Esas tus arcas son cejos
con que flechando disparas.
Cupido peche mi hiero
y ante tus postras me planta.
Tus estrellos son dos ojas,
tus rosos son como labias,
tus perles son como dientas,
tu palme como una talla,
tu cisne como el de un cuello,
un garganto tu alabastra,
tus tornos hechos a brazo,
tu reinar como el de un anda.
Y por eso horo a estas vengas
a rejar junto a tus cantas
¡y a suspirar mis exhalos
ventano de tus debajas!
José Manuel Marroquín
(La Serenata)
Algo más sobre la jitanjáfora (*)
Aparte de un tipo especial de metáfora es un texto literario de significado absurdo compuesto deliberadamente de forma que existe incompatibilidad semántica entre las palabras que lo componen. Como tal, se puede considerar muy similar al monólogo automático de los surrealistas puros, con la sola diferencia de que asume la tradición métrica. En prosa también se escribieron jitanjáforas, como por ejemplo la de Cortázar en el capítulo 68 de Rayuela.
(*) Fuente: http://retorica.librodenotas.com