Por un momento me acordé del centro de la ciudad, de la vida por lo general oscura de las oficinas (donde escasean las ventanas y la gente parece confinada al encierro); me acordé de los empleados escapándose de sus trabajos con sed de sueños -por un rato en las horas del almuerzo-; me acordé de Mario Benedetti y sus poemas de oficina y salió esto…
Cuando en el horario
del almuerzo no almuerzo,
y me quito el reloj,
y me sumerjo en el pasto,
Y me zambullo en el cielo,
y me despojo del saco
-en el que a diario
yo sólo me encierro-.
Pendo,
colgado de un cable
voy y vengo, como hamacado
por el capricho del viento.
Me muevo
adelante y atrás
como quien viaja en el tiempo,
naufrago entre nubes a la deriva
inventándome puertos…
y floto
como cuando el mar,
de pequeño, me llevaba de paseo.
Leandro Murciego
(Recreo)
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