Este texto forma parte del Especial #NiUnaMenos y llega desde una de las jóvenes voces poéticas de México: Mariana Brito Olvera. Material emitido en el NDL Casual de 2018 dedicado al día de la mujer.
Mi hermana se está mirando al espejo.
La veo maquillarse y arreglarse
la ropa para salir al trabajo.
Quita las pelusas y los pelos del perro
de su saquito negro que usa cada tercer día,
pasa la palma de la mano sobre las mangas
y los costados para deshacer las arrugas.
Saca de su bolsita de cosméticos
un brillo transparente que se pone en la boca,
aprieta los labios, los restriega uno contra otro.
Guarda una a una sus pinturas,
se mira por última vez al espejo
y toma su bolso.
Mi hermanita.
Se despide de mí y la veo salir de la habitación.
Escucho el cerrar de la puerta
y en ese instante casi sin motivo
sin saber de dónde viene
ni por qué me llena la sensación
de una angustia incontrolable:
la idea de que la puerta no vuelva a abrirse.
La idea de permanecer al acecho
por días meses años
esperando el sonido de una llave
introduciéndose en la cerradura
(nunca la imagen de una mano empuñando
una llave fue tan poderosa).
La idea de que mi hermana deje de llamarse
Ninfa, Ninfis, Ninfita y se convierta en las cifras
de mujeres que a diario veo
en la televisión, en los periódicos, en las redes sociales.
De pronto,
es como si las muertes de esas mujeres
se hubieran agolpado en la posibilidad de una sola muerte
la de ella.
Detrás de la puerta pienso debí decirle
cuídate mucho fíjate a ambos lados
de la calle no hables
con extraños no camines
por el Estado de México no te dejes
secuestrar no desaparezcas
porque yo
te quiero carne
cuerpo
nombre
no cifras
no números
no ceros.
Pero al final sólo queda la impotencia
la duda de la palabra.
No hay nadie a quién pedirle que las puertas siempre tengan
alguien que las cruce de regreso a casa.
Me preguntan cómo se puede vivir
con la conciencia de tantas muertes:
no lo sé.
(Los números distantes, parte II)
Mariana Brito Olvera