
No todas las escaleras van al cielo
¿A cuántos infiernos cotidianos accedemos subiendo escaleras, padeciendo escalón por escalón? ¿A cuántos peldaños uno está de sus propios avernos?
Alguna vez alguien -que de esto sabía- ya sin sotana me dijo: «No todas las escaleras van al cielo», y quizá haya tenido razón… Hay días en los que imagino que el paraíso, si es que existe -cosa que dudo-, puede estar justo abajo nuestro y que perdí años contemplando el cielo.
Quizá esto que hoy llamamos tierra no es más que uno de los tantos limbos -que tan bien describió el Dante en la Divina Comedia-.Y de ser así, me pregunto para huir ¿qué deberíamos hacer? ¿subir en busca Dios o dejarnos caer en los brazos de Belcebú? No lo sé o, tal vez, intuyo que en ninguna de las dos opciones está la respuesta.
¿Quién dijo que arriba es arriba y que lo otro siempre será Sur? Quién dijo que lo que tenemos nunca alcanza y que siempre es mejor todo lo ajeno?
¿Quién nos engañó y nos hizo creer que la felicidad duerme abrazada al siempre inaccesible horizonte y que nada de lo que tenemos es lo que queremos?
Leandro Murciego
( No todas las escaleras van al cielo, 2013 )
Todas las fotos de este post pertenecen al hospital alemán abandonado de Beelitz-Heilstâtten y fueron tomadas por el fotógrafo: Paul Howzey.
Para ver más de sus brillantes trabajos pueden visitar su perfil: www.flickr.com/photos/howzey/sets/