
Los evangelios según Julio Cortázar 1
Cuenta Sergio Ramírez, escritor, periodista, político y abogado español-nicaragüense que conoció a Julio Cortázar en San José de Costa Rica en 1976 cuando el escritor argentino fue convocado a dictar un ciclo de conferencias en el Teatro Nacional.
Sergio Ramírez narra este encuentro en un gran texto titulado «El evangelio según Cortázar» Allí hace referencia a varias situaciones vividas, compartidas y soñadas con Cortázar. Una de ellas es el viaje que realizaron a Solentiname donde se conocieron a fondo y fijaron en ese momento una amistad a la distancia, pero para toda la vida. Conocer este archipiélago nicaragüense marcó un antes y un después en la historia de Cortázar porque, según manifiesta Ramírez en su texto, aquí se gesta«el más perdurable de sus amores políticos. Y como eran tiempos ya de conspiraciones, conoció ese rumor subterráneo de rebeldía que empezaba a crecer desde lo hondo del país, cansado ya de una dictadura dinástica de medio siglo, una rebeldía que tres años después barrería con esa dictadura y pondría en marcha una revolución, la última revolución triunfante del siglo XX en América Latina.»
Julio Cortázar pone en manifiesto su solidaridad con los pueblos, atormentados por las dictaduras, y su repudio y denuncia a las torturas y fusilamientos en su cuento «Apocalipsis de Solentiname», perteneciente al libro «Alguien que anda por ahí».
En ese maravilloso relato el narrador cuenta su encuentro con el propio Sergio Ramírez. Éste es quien lo lleva a recorrer la isla y, además, le presenta a Ernesto Cardenal que le muestra unos cuadros (pintados por los campesinos) a los que les tomará unas fotografías unos días después. De regreso a París, y ansioso por contemplar nuevamente los paisajes nicaragüenses, enciende el proyector para apreciar las fotos. Y aquí es cuando descubre el horror: muertos, torturas, explosiones, sangre, detenciones, el fusilamiento de Roque Dalton; todas imágenes de esos cuadros, que pasan difusas y descontroladas mientras él acciona el botón del control remoto.
Lo fantástico abre su juego en este cuento cuando, a su regreso de su ida al baño a recomponerse, la mujer del narrador, Claudine, le dice:
«—Qué bonitas te salieron, esa del pescado que se ríe y la madre con los dos niños y las vaquitas en el campo; espera, y esa otra del bautismo en la iglesia, decime quién los pintó, no se ven las firmas.»
El «Apocalipsis» también es conocido como el Libro de las Revelaciones. Forma parte del Nuevo testamento y está cargado de símbolos por su carácter profético. «Apocalipsis de Solentiname» de alguna manera también revela a partir de esa sucesión de tomas fotográficas en las que no sólo se manifiesta el horror de la Nicaragua de Somoza sino también imágenes que dejó el Golpe de Estado cívico-militar en Argentina de 1976.

«Sé que seguí; frente a eso que se resistía a toda cordura lo único posible era seguir apretando el botón, mirando la esquina de Corrientes y San Martín y el auto negro con los cuatro tipos apuntando a la vereda donde alguien corría con una camisa blanca y zapatillas, dos mujeres queriendo refugiarse detrás de un camión estacionado, alguien mirando de frente, una cara de incredulidad horrorizada, llevándose una mano al mentón como para tocarse y sentirse todavía vivo, y de golpe la pieza casi a oscuras, una sucia luz cayendo de la alta ventanilla enrejada, la mesa con la muchacha desnuda boca arriba y el pelo colgándole hasta el suelo, la sombra de espaldas metiéndole un cable entre las piernas abiertas, los dos tipos de frente hablando entre ellos, una corbata azul y un pull-over verde. Nunca supe si seguía apretando o no el botón, vi un claro de selva, una cabaña con techo de paja y árboles en primer plano, contra el tronco del más próximo un muchacho flaco mirando hacia la izquierda donde un grupo confuso, cinco o seis muy juntos le apuntaban con fusiles y pistolas; el muchacho de cara larga y un mechón cayéndole en la frente morena los miraba, una mano alzada a medias, la otra a lo mejor en el bolsillo del pantalón, era como si les estuviera diciendo algo sin apuro, casi displicentemente, y aunque la foto era borrosa yo sentí y supe y vi que el muchacho era Roque Dalton, y entonces sí apreté el botón como si con eso pudiera salvarlo de la infamia de esa muerte y alcancé a ver un auto que volaba en pedazos en pleno centro de una ciudad que podía ser Buenos Aires o Sao Paulo, seguí apretando y apretando entre ráfagas de caras ensangrentadas y pedazos de cuerpos y carreras de mujeres y de niños por una ladera boliviana o guatemalteca, de golpe la pantalla se llenó de mercurio y de nada y también de Claudine que entraba silenciosa volcando su sombra en la pantalla antes de inclinarse y besarme en el pelo y preguntar si eran lindas, si estaba contento de las fotos, si se las quería mostrar.»
Julio Cortázar
(Fragmento de «Apocalipsis de Solentiname»)

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