Julio Cortázar sabía que el cuento, como las lágrimas, debía ser redondo. Para poder girar, deslizarse, dejarse llevar de un lugar a otro. Fluir. Muchos de nosotros conocimos a Julio de la mano de sus cuentos y nos perdimos en sus complejos y circulares mundos literarios, casi sin darnos cuenta.
Su libro “Historia de Cronopios y de famas” es una inmejorable oportunidad para comenzar a bucear en sus fantásticos universos. Esos que él, por momentos, no lograba distinguir si eran reales o imaginarios. Cortázar se topó, por primera vez, con un Cronopio, en el intervalo de un concierto de Igor Stravinsky en el teatro Champs Elysees, en París.
“Cuando llegó el entreacto. Y toda la gente salió a tomar un café. Yo quedé solo en la inmensa e impactante sala de ese teatro. Y de pronto, como de golpe, tuve un poco la sensación de que había en el aire personajes indefinibles. Unas especies de globos, que yo los veía de color verde. Muy cómicos, muy divertidos y muy amigos que andaban por ahí y circulaban y su nombre era: Cronopios”.
Julio Cortázar, en una entrevista realizada por Joaquín Soler Serrano en TVE

Los Cronopios tienen una vida y andan sueltos por ella. Son seres de ese universo cortaziano que conviven con Famas y Esperanzas. Pueden ser desordenados, tibios, alegres, juguetones. Se afligen cuando algo no sale bien. Saben cepillarse los dientes y, en algunas ocasiones y a costa de volverse locos, hasta tienen hijos. Todo está contado y «explicado» en el libro pero, cuando a Cortázar se le pregunta acerca de estos maravillosos personajes, dice:
«Cuando me piden explicaciones para mí es pura pérdida porque me cuesta mucho explicar cosas que no me las explico yo mismo. »
Julio Cortázar, en una entrevista realizada por Joaquín Soler Serrano en TVE
En otra ocasión, el gran Cronopio -como se lo llama a Cortázar- ha dicho: «Si a los niños los dejasen solos con sus juegos, sin forzarlos, harían maravillas. Usted vio cómo empiezan a dibujar y a pintar, después los obligan a dibujar la manzana y el ranchito con el árbol y se acabó el pibe.»
Y, desde este blog, creemos que una de las grandes decisiones de Julio (o Julito como lo llamaba su mamá) fue nunca dejar de jugar con, para y desde lo literario. Tal vez, si se acababa el pibe, nunca hubieran existido ni rayuelas ni modelos ni cronopios ni famas ni esperanzas.

«Un cronopio iba a lavarse los dientes junto a su balcón, y poseído de una grandísima alegría al ver el sol de la mañana y las hermosas nubes que corrían por el cielo, apretó enormemente el tubo de pasta dentífrica y la pasta empezó a salir en una larga cinta rosa. Después de cubrir su cepillo con una verdadera montaña de pasta, el cronopio se encontró con que le sobraba todavía una cantidad, entonces empezó a sacudir el tubo en la ventana y los pedazos de pasta rosa caían por el balcón a la calle donde varios famas se habían reunido a comentar las novedades municipales. Los pedazos de pasta rosa caían sobre los sombreros de los famas, mientras arriba el cronopio cantaba y se frotaba los dientes lleno de contento. Los famas se indignaron ante esta increíble inconsciencia del cronopio, y decidieron nombrar una delegación para que lo imprecara inmediatamente, con lo cual la delegación formada por tres famas subió a la casa del cronopio y lo increpó, diciéndole así:
-Cronopio, has estropeado nuestros sombreros, por lo cual tendrás que pagar.
Y después, con mucha más fuerza:
-¡¡Cronopio, no deberías derrochar así la pasta dentífrica!!
Julio Cortázar
(Lo particular y lo universal)