
Los evangelios según Julio Cortázar 2
Julio Cortázar llegó a San José de Costa Rica en marzo de 1976 con el fin de dar una serie de conferencias en el Teatro Nacional. Ese viaje trajo más de lo que él esperaba ya que allí lo aguardaba un buen número de escritores y lectores pero hubo dos hombres que marcarían su paso por Nicaragua de una manera particular: Sergio Ramírez y Ernesto Cardenal.
Ernesto Cardenal Martínez nació un 20 de enero de 1925 y falleció el 1° de marzo de este año. Poeta, sacerdote, teólogo, traductor, escultor y político fue un defensor a ultranza de la Teología de la Liberación de América Latina, doctrina que, entre otras cosas, entiende a la justicia social como basamento de la religión y propicia la liberación política, social y económica para que el hombre acceda a su dignidad. En 1966 llegó a Solentiname donde logró un cambio importante en la vida de los pobladores. Generó empleo a varias personas en el ámbito de la agricultura y la ganadería en la Isla Mancarrón y fundó la escuela de la colorida pintura primitivista. Allí celebraba las misas dominicales a las que asistían los campesinos y que tenían la peculiaridad de ser dialogadas; esto es, una vez finalizadas, se abría un debate en el que todos podían tener la palabra y ser escuchados.
Julio Cortázar pudo participar en una oportunidad de uno de estos encuentros. Y Sergio Ramírez lo cuenta en «El Evangelio según Cortázar»:
«Cuando Ernesto lee el pasaje de las treinta monedas que recibe Judas por entregar a Jesús, Cortázar comenta: «El evangelista estaría usando una metáfora; como nosotros también la usamos cuando alguien se vende al enemigo, y decimos que se vendió por treinta monedas». Luego de que doña Olivia, una campesina, dice que el dinero es la sangre de los pobres, Ernesto agrega que Somoza es dueño de una compañía llamada Plasmaferesis S. A. que compra la sangre a los menesterosos para vender luego el plasma en el extranjero, y que a la compañía le quedan varios millones de ganancia cada año. «De ganancia líquida -comenta Cortázar desde su banca- es un negocio vampiresco».»

Cardenal cuenta con una vasta obra, pero la que queremos destacar en esta publicación es «El evangelio en Solentiname» ya que es el lugar y el último libro del Nuevo Testamento («El Apocalipsis de San Juan») lo que une al sacerdote con Cortázar quien, luego de su pasaje por el archipiélago, escribe «Apocalipsis de Solentiname«, relato en el que, como una revelación, anticipa el horror que allí mismo se produciría tiempo después: en octubre de 1977 la siniestra Guardia Nacional somocista acabaría con la comunidad de Solentiname. En este cuento fantástico, se describe parte de ese terror que asediaba a la población nicaragüense:
«Pasaron las fotos de la misa, más bien malas por errores de exposición, los niños en cambio jugaban a plena luz y dientes tan blancos. Apretaba sin ganas el botón de cambio, me hubiera quedado tanto rato mirando cada foto pegajosa de recuerdo, pequeño mundo frágil de Solentiname rodeado de agua y de esbirros como estaba rodeado el muchacho que miré sin comprender, yo había apretado el botón y el muchacho estaba ahí en un segundo plano clarísimo, una cara ancha y lisa como llena de incrédula sorpresa mientras su cuerpo se vencía hacia adelante, el agujero nítido en mitad de la frente, la pistola del oficial marcando todavía la trayectoria de la bala, los otros a los lados con las metralletas, un fondo confuso de casas y de árboles.»

A modo de homenaje, PAMA comparte en esta ocasión un poema breve pero comprometido de Ernesto Cardenal:
Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido ni
asiste a sus mítines
ni se sienta a la mesa con los gánsters
ni con los Generales en el Consejo de Guerra
Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano
ni delata a su compañero de colegio
Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales
ni escucha sus radios
ni cree en sus slogans
Será como un árbol plantado junto a una fuente.
Ernesto Cardenal
(Bienaventurado el hombre/ Salmo I)
Si querés escuchar el poema en la voz de Ernesto Cardenal, hacé clic acá
Leé la primera parte de esta historia de «Los evangelios según Cortázar» publicada en PAMA haciendo clic aquí