Muchas veces, en la Literatura, pareciera una premisa que aquellos escritores, cuyo lector sea considerado por ellos mismos como el mejor de los críticos literarios, se replantearan permanentemente acerca de su producción. Y nada de esto es errado: aquél que se cuestiona a sí mismo, que revisa sus prácticas, que habla acerca de su quehacer es un gran escritor ya que se preocupa y se ocupa de su mejor receptor: el lector.
Y en ese deber la metaliteratura -es decir, aquella literatura que habla acerca de sí misma- es el mejor recurso para interrogar a un otro (sin la retórica de hacerlo) a partir de la interpelación en la propia escritura. Aquí nace la magia. Hasta podría decirse los mejores versos en los que, en la poesía misma, se mata, se obliga, se cuestiona, se ama, se recrea, la palabra.
De hecho, muchos de los grandes representantes de la Literatura Latinoamericana así lo manifestaron en sus producciones:
De Onetti aprendí, también, el placer de escribir a mano.
(El oficio de escribir)
A mano trabajo cada página, quién sabe cuántas veces, palabra tras palabra, hasta que paso en limpio, en la computadora, la última versión, que siempre resulta ser la penúltima.
Eduardo Galeano
Entre otras…¡la más irreductible disidencia ortográfica! Ellos: Padecen todavía la superstición de las Mayúsculas.
(Fragmento de «Membretes»)
Nosotros: Hace tiempo que escribimos: cultura, arte, ciencia, moral y, sobre todo y ante todo, poesía.
Oliverio Girondo
¿Por qué en literatura -a semejanza servil de los criterios de la vida corriente- se tiende a creer que la sinceridad sólo se da en la descarga dramática o lírica, y que lo lúdico comporta casi siempre artificio o disimulo?
Julio Cortázar
(Fragmento de «Permutaciones»
(…)
(Versos de «Arte poética»)
Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo,
ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.
Jorge Luis Borges

En esta oportunidad, celebrando la semana del lector, presentamos un poema de Leandro Murciego en el que se reflexiona, se analiza, se mata, se quiere, se cobija, se alimenta, se desgrana la poesía misma y, claro, todo queda en manos de quien lo lee.
Eligieron la sombra,
el reparo del viento,
la comodidad del amor.
Destino de hoguera tienen estos versos.
De nada sirve acariciar el alma,
hacer alquimia con las palabras,
filosofar sobre la vida y la muerte
cuando hay alguien con hambre.
Mis poemas no servirán
para distraer a la gilada
ni para ganar tiempo
o tapar ese llanto de tripa.
Deberán ser grito, alarma,
un tiro en medio de la frente
de alguno de todos los impermeables.
Si no, mejor que no sean nada.
Leandro Murciego
(Deber ser)