
Cuarentena. Universidad virtual. Un gato. Un hamster. Unos gorriones. Y un triángulo.
El encierro y la cuarentena fueron aniquilando los horarios. Se nos fue desordenando la vida o, como otros prefieren decir, reordenándose de una manera diferente. Es por ello que, para muchas personas, resultó crucial tomar algunas nuevas responsabilidades: comenzar cursos, iniciar proyectos postergados o, al menos, poner en funcionamiento viejos temas arrumbados en algún oscuro rincón. De esto y de otras cosas habla el nuevo cuento breve de André Demichelis que no sólo se convierte en su quinta columna literaria en PAMA sino que, además, pasa a engrosar el especial Cuarentena Poética.
Con ustedes: «Cuarentena. Universidad virtual. Un gato. Un hamster. Unos gorriones. Y un triángulo«.

mi amiga empezó la facultad con clases virtuales. Videollamadas grupales entre profesor y alumnxs. Y ella me dice “Entre tanto encierro me hace bien cursar. Me despierto, me mojo la cara, camino 3 pasos y ya estoy en el aula: mi sillón”. “Haces rápido” le digo. “Lo lindo es que me acompaña a cursar Pini”, su gato.
Ayer tuvieron parcial. El profesor dictó las preguntas y dijo: “voy a hacerme un mate” y con la cámara enfocó a su hámster: “Él es Otto, lo dejo a cargo de la clase”. Y se fue a la cocina.
El hámster se quedó quieto.
“Disculpe” le dijo mi amiga “¿los triángulos entraban en el parcial? ¿Cuál es el ‘isosceles’?”. Otto la miró y empezó a dar vueltas en la ruedita. “Yo me sabía los triángulos” le decía ella al hámster “Es por el encierro. No me puedo concentrar. Me siento como vos, mi cabeza da vueltas como en una rueda”.
Pini maullaba asomado a la ventana. Mi amiga soltó el lápiz y miró hacia afuera. En el cielo claro vio manchitas negras. Una bandada de gorriones pasaba volando. Dieron un inmenso giro sobre la plaza y se mezclaron en las nubes, como moscas en copos de azúcar. Cuando resurgieron, los gorriones formaban un triángulo simétrico. Mi amiga señaló allá arriba: “¡Es ése!” dijo “el ‘isosceles’”. En el chat la ruedita dejó de girar. El hámster ya no estaba. Allá afuera, un grupo de gorriones giraba en círculos formando una «O»; y otros flotaban formando una tilde. Se leía Ó.
“La Ó de isÓsceles” dijo mi amiga “¡Va con acento! Gracias”.
André Demichelis