
El sátiro de los quevedos: Francisco. Conocé su historia y descubrí cómo la rivalidad con Góngora llegó hasta nuestros días
El 8 de septiembre de 1645 fallecía, en España, Francisco Gómez de Quevedo y Villegas. Uno de los escritores más reconocidos del Siglo de Oro español -que muere unos días antes de su cumpleaños (más exactamente un 14 de septiembre de 1580)- dejó su huella literaria con una vasta obra poética, aunque también es destacable por su dramaturgia y narrativa.
Conceptismo versus Culteranismo
El Siglo de Oro español es un período histórico en el que el arte y las letras se desarrollaron fuertemente dando lugar a estéticas diversas cuya finalidad era la exploración y el uso para alcanzar un ideal de belleza. Es así que Quevedo pasa a ser uno de los máximos exponentes del Conceptismo, un estilo literario del Barroco que se basa en la asociación ingeniosa de palabras para generar conceptos nuevos.
Por su parte, otro de los estilos esculpidos durante este período fue el Culteranismo cuya retórica consistía en trabajar un poco más la forma a partir de la introducción de cultismos (es decir, palabras cuya morfología sigue muy estrechamente su origen etimológico grecolatino, sin obedecer a los cambios propios que fue sufriendo la lengua castellana). Quien se destacó en esta corriente literaria fue Luis de Góngora y Argote.

Arte para pocos
Si bien ambas corrientes se proponen como disruptivas de las del Renacimiento por considerar al lenguaje empleado en este movimiento como vulgar o llano, también queda claro que el arte no es para todos. Tanto uno como otro proponen como valor estético la dificultad del lenguaje literario en busca de llegar a un público refinado, exigente e intelectual (en ese momento, la Corte) para acceder a beneficios como el mecenazgo.
Quevedo y Góngora: qué par de sátiros los dos
En enfrentamiento entre ambos comenzó en la Corte de Valladolid. Góngora vivía en esa ciudad hacía un par de años y Quevedo -casi veinte años más joven y ya reconocido como escritor, tenía una carrera política- se encontraba estudiando en la Universidad.
La enemistad fue producto de un poema en el que Francisco de Quevedo parodiaba el estilo culteranista de Luis de Góngora. Éste entendió que la intención del universitario era conseguir la fama a costa de su desprestigio.
No hay dos sin tres
La «guerra» duró años. Hasta tuvo un tercero en discordia: Lope de Vega, el gran poeta y dramaturgo del Siglo de Oro, se alió con Góngora (aunque le criticaba su excesivo culteranismo) en pos de desmerecer a Quevedo.
La expresión máxima de este enfrentamiento se dio en la sátira: recurso empleado por ambos para, en prosa o verso, criticarse agudamente de forma física y moralmente con intenciones éticas, lúdicas o burlescas. No había palabras echadas al azar: el duelo intelectual y «filosófico político» dio forma a una inusitada pulseada que se fue sosteniendo a lo largo del tiempo.

Dos bandos literarios que combaten hasta en Twitter
Esta diferencia entre Quevedo y Góngora no quedó en el 1600 sino que fue prolongándose y hasta «poniéndose en valor». En la actualidad, existen dos perfiles en la red social Twitter que tomaron la posta de sus palabras. Por un lado, se encuentra Quevedo 2.0 (@QuebeboVillegas) y, por el otro, está
Góngora 2.0 (@Gongora_Revixit). El primero de ellos cuenta con unos 65.700 seguidores, mientras que el otro suma -al día de hoy- 34.800. A través de ellos y de sus seguidores se siguen midiendo, provocando y confrontándose por medio de breves mensajes. Lo cierto es que más allá de la pericia literaria y la creatividad que se demuestra en esas cuentas y en sus cultores/seguidores esta división, de azules y colorados, no hace más que marcar una grieta socio-cultural que incluye y, a la vez, excede las historia del arte hispano-parlante.

Aquí, la poesía «bélica» de los máximos exponentes del Barroco o Manierismo español.
Quevedo escribe este soneto parodiando la nariz de Góngora:
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva,
érase un peje espada mal barbado;
era un reloj de sol mal encarado.
érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba,
un Ovidio Nasón mal narigado.
Érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egito,
los doce tribus de narices era;
érase un naricísimo infinito,
frisón archinariz, caratulera,
sabañón garrafal, morado y frito.
Francisco de Quevedo
(A una nariz)
Por su parte, Góngora retruca haciendo alusión al problemas físicos que Quevedo tuvo de nacimiento: cojera, los pies deformes y una incipiente miopía.
Anacreonte español, no hay quien os tope,
que no diga con mucha cortesía,
que ya que vuestros pies son de elegía,
que vuestras suavidades son de arrope.
¿No imitaréis al terenciano Lope,
que al de Beleforonte cada día
sobre zuecos de cómica poesía
se calza espuelas, y le da un galope?
Con cuidado especial vuestros antojos
dicen que quieren traducir al griego,
no habiéndolo mirado vuestros ojos.
Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
porque a luz saque ciertos versos flojos,
y entenderéis cualquier greguesco luego.
Luis de Góngora
(A don Francisco de Quevedo)
