
Los tres amores de Idea Vilariño
Idea Vilariño hubiera cumplido cien años el 18 de agosto ya que nació en 1920 en Montevideo, Uruguay. Fue escritora, traductora y docente. Formó parte de la denominada Generación del ’45: un fenómeno social, político y cultural cuya influencia fue determinante en la identidad intelectual uruguaya contemporánea. A ella pertenecieron grandes escritores, como Mario Benedetti; pero quien marcó -casi como un padre- a esta Generación (y el corazón de Idea Vilariño) fue Juan Carlos Onetti.
Idea estaba profundamente enamorada de tres cosas: de la política, de la poesía y de Onetti.
Amor 1: la política
La elección de su nombre al nacer no fue casual sino adrede. Su padre, Leandro Vilariño, ferviente anarquista, decidió llamar a cada uno de sus hijos con nombres connotativamente políticos. «Idea» tiene sus orígenes en la Filosofía que tiene como uno de los fundadores a Platón quien planteó su «Teoría de las Ideas» como la representación de un mundo perfecto y eterno. Las ideas convierten al hombre en un ser pensante, político e independiente.
Idea Vilariño, por su parte, nunca renegó de su nombre. Al contrario: lo hizo carne. En 1971 comienza su militancia en el Frente Amplio, la coalición de izquierda que marca el fin del bipartidismo uruguayo. En 1993 se aleja del Semanario Brecha por discrepancias con éste acerca del tratamiento que se le daba al régimen cubano. Hasta una de sus poesías refiere a Ernesto Guevara:
«Qué iba a morirse el Che, qué va a morirse.
Pero esa foto atroz…aquella bota,
como partía el alma aquella bota
la sucia bota y norteamericana
señalando la herida con desprecio.
No hay que creerlo. Hubo tantas contradicciones
– no lo dejaron ver por su hermano –
y lo dieron por muerto tantas veces.
¡Qué iba a morirse el Che!»

Amor 2: la poesía
Una de las características que tiene la estética de la Generación del ’45 es que su poesía se hace intimista, muestra angustia y desilusión. Y Vilariño sabe de ello. En sus poemas se traslucen su alma, su ser mujer, su idiosincrasia, su soledad, su estigma, su dolor, su desgarro, su existencia. Todo está en ella. Parece simple, sencilla, pero no lo es. Como el tango en cuyas letras aparece lo más íntimo y privado pero con giros que lo transforman en el más perfecto, amoroso y nostálgico de los bailes. Así se puede ver en «Volver» que no sólo tiene nombre de tango sino una cadencia increíble dada por el uso de recursos estilísticos que lo hacen musical:
Quisiera estar en casa
entre mis libros
mi aire mis paredes mis ventanas
mis alfombras raídas
mis cortinas caducas
comer en la mesita de bronce
oír mi radio
dormir entre mis sábanas.
Quisiera estar dormida entre la tierra
no dormida
estar muerta y sin palabras
no estar muerta
no estar
eso quisiera
más que llegar a casa.
Más que llegar a casa
y ver mi lámpara
y mi cama y mi silla y mi ropero
con olor a mi ropa
y dormir bajo el peso conocido
de mis viejas frazadas.
Más que llegar a casa un día de estos
y dormir en mi cama.
Amor 3: Onetti
Finalmente, su gran amor: Juan Carlos Onetti. Se conocieron en un bar en Montevideo. Fue para que el escritor tuviera participación en la Revista Número de la que ella formaba parte. Luego de este encuentro, comienza un intercambio de cartas en el que primero hablan acerca de autores como James Joyce, William Faulkner y Jorge Luis Borges, para luego transformarse en un «amor epistolar» que duró más allá de la muerte.
Idea y Juan Carlos tuvieron una relación desordenada: de rupturas y reconciliaciones, de placer, de encuentros y desencuentros, de reproches y, por momentos, de felicidad. Se veían poco. Él siempre estuvo casado con otras mujeres y ella contrajo matrimonio una vez pero estuvo enamorada del escritor para siempre.
Se dedicaron libros. Ella en Poemas de amor le decía “A Juan Carlos Onetti”. Él escribió Los adioses y en la dedicatoria se leía “A Idea Vilariño».
Sin embargo, las cartas supieron sostener su vínculo más profundo. Vilariño en esas epístolas le muestra su enojo por los desplantes, su pasión por los encuentros, su desdén por las promesas. En una, fechada en 1951, es tanto el amor que siente por él que le confiesa:
“Querido Onetti: me gusta que usted exista. Si dios me fuera algo más que un vicio de lenguaje, se lo agradecería todas las noches”.
Pero nada es para siempre. Para ella «alcanza con que estés/ en el mundo/ con que sepas que estoy/ en el mundo». Aún así el momento de máximo dolor aparece y la hace sucumbir cuando en 1958 deciden separarse. Idea se despide de él con este poema:
Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.
Idea Vilariño
(Ya no)