Diego Cano es uno de los nuevos amigos de PAMA (Poesía A Mano Alzada). El es uno autor argentino que transita con su trabajo entre el ensayo y la narrativa, pero se declara feliz en este último barrio literario.
Cano, que acaba de publicar su novela «La verdulería» por la editorial Trapezoide, nació en 1970. Coordina lecturas colectivas de debate en Twitter entre las que se incluye #Kafka2018, #Aira2019, #Dostovieski2020, #Flaubert2021 y la que inspiró este libro: #Arlt2019. Lleva adelante la FanPage Todo Aira sobre el autor pringlense. Es politólogo y candidato a Doctor en Historia de la Universidad Di Tella. Ha escrito números artículos sobre historia reciente en publicaciones académicas. También ha escrito Franz Kafka. Una literatura del absurdo y la risa editado por Bärenhaus en 2020. Tiene escritas dos novelas y un libro de cuentos que saldrán próximamente.
Diego aquí nos comparte un fragmento de su reciente novela. Este trabajo, un policial cargado de humor, narra la historia de dos personajes que están cansados de acomodar frutas y verduras y hacen lo posible para darle a su vida un poco de sabor.
«…La banana siempre me pareció una fruta noble, más aún cuando comenzó la importación desde Ecuador. Ese color amarillento inundaba mis pupilas tanto que ni el mejor pigmento puede lograr; mis ojos deslumbraban frente a su capacidad de resistir la maduración durante días sin inmutarse. Me pasaba mucho tiempo del día observándolas, preguntándome por ese proceso natural, nunca encontré las respuestas. En cambio, las manzanas me eran más indiferentes, siempre estiraba mis brazos hacia la estantería del costadito para colocarlas bien visibles, su variedad las hacía relucir ante las miradas absortas de los clientes. Las manzanas verdes siempre brillantes (lustradas por Tonio) posaban en mis manos; a su lado dejaba caer las manzanas Romi que casi se podían confundir con las naranjas por un rojo intenso contrastante con su amarillo que rodeaba su cabo; después las Golden con ese rojo tirando a bordo intenso; y por último las Cris pink, la novedad, muchos más claritas con grandes pinceladas de amarillos y naranjas. Tonio, con su franelita amarilla patito y sus manos delicadas, las lustraba y acomodaba con un brusco tirón de brazos casi como si fueran joyas…»
(fragmento de «La verdulería»)
«…El ulular de la policía se perdía a los lejos como ecos de pasos de tacones de borceguíes ya gastados. Nos miramos con Tonio sin saber que decirnos. El olor profundo de sangre seca persistía llegando a nuestro olfato desde el cajón del camión. Después de unos minutos de silencio la pregunta nos invadía y contagiaba como esos bostezos que anuncian un sueño profundo: ¿qué había pasado con el bigotudo?
-¿Tenes hambre Tonio? – pregunte frente al ronronear de mis tripas.
-Ay sí, me muero de fame jefe, ¿dónde comemos? –respondió.
-Pues hombre, no sé, tenemos ese fiambre ahí atrás …
Enfilé para mi casa como era habitual al mediodía, di media vuelta antes de llegar a General Paz y encaré para Avenida San Martín y de ahí directo a casita. Sabía que mi mujer me esperaba con una sopa de cabello de ángel, como era costumbre, lo que apuraba aún más mi ansiedad por llegar.
Estacioné mi camioncito naranja en un huequito de la calle empedrada bien al refilón de la salida de un estacionamiento. A la larga palanca de cambios le costaba entrar la reversa, y en el trac trac, de una caja que parecía siempre a punto de romperse, de repente ¡plum! entró con una suavidad de terciopelo.
Metí la mano en el bolsillo buscando entre el manojo de llaves revueltas la pintada con blanco que identificaba la puerta del edificio.
-Vamos Tonio –dije– subamos.
-Es que me da cierta vergüenza, nunca estuve en su casa –respondió Tonio.
-¿Te da “cierta” vergüenza?, ¿te da vergüenza o no te da?, ¡no entiendo! Vamos, venga, arriba que algo de comer habrá para vos.
El cielo grisáceo y la pequeña llovizna otoñal despertaba una brisa suave, fría y húmeda que nos inundaba los zapatos, nuestras caras y los delantales bañados de barro con un olor combinado de espinacas, coliflor, tomates y sangre coagulada del bigotudo.
La puerta de metal bordo del ascensor mostraba signos vandálicos y estaba escrita con rayones de llaves con las inscripciones más insólitas: “gallego hijo de puta del 4”, “te amo pichi”, “pichi culeao”, “riber”, “zurdo puto te vao a coger” y otras cosas ilegibles…
-Tonio, marca el piso –dije.
-¿Qué piso es jefe? – respondió con una pregunta.
-El cuarto – afirmé…»
(fragmento de «La verdulería»)
Si te gustó este libro pordés entrar a Trapezoide ediciones y averiguar con él o intentar contactar al autor.