La cuarentena y el coronavirus Covid19 cambiaron en muy poco tiempo nuestras costumbres. Aislamiento social preventivo, barbijos, distancias prudenciales de más de un metro se convirtieron en los nuevos hábitos. En medio de un escenario tan nuevo como incierto aparecieron algunos rituales: conversaciones de ventana a ventana, improvisados recitales musicales en balcones y fiestas de cumpleaños vía Zoom. André Demichelis hizo un gran combo literario y le dio forma a una joyita en donde no solo juega con el humor sino que además coquetea con el género fantástico.
«estaba solo en mi casa y me escribió Vito: “Andrés, deja de ver videos sobre pandemias. Te estás sugestionando”. Tenía razón. Una mañana desperté con manchas rojas en el cuerpo: “tengo viruela” dije triste. Pero eran los lunares de la sábana. Ayer me la pasé viendo videos sobre la gripe española. “Hagamos una fiesta” dijo Vito. “No se puede salir” contesté. “Una fiesta por zoom” me explicó “Nos juntamos por chat”. Me mandó la invitación y acepté. “Iniciando video”. Me senté en la cocina y me serví un vaso de vino. La pantalla se dividió en tres y apareció Vito, mi amiga Pu y una mujer que no conocía, tenía labios morados. “¡Hola!” saludé y empezamos a charlar, brindamos a la distancia. La mujer tomaba de una taza. “Es la primer pandemia que paso en La Plata” dijo Vito. Y Pu: “Cuando era chica, en Adrogué, tuve sarampión”. La mujer transpiraba, se secó la frente con un pañuelo: “Estáis en otro continente” dijo “Aquí llevo más de 100 años de cuarentena». Le temblaban las manos y la taza se le cayó. Su pantalla se congeló, aparecieron rayas y se desconectó.»¡Qué rara tu tía!» me comentó Pu. «No es mi tía” dije “No la conozco”. “Atrás de ella se veía una foto tuya” me dijo Vito “en la pared, la misma foto que tenés en tu pieza». Mi señal de wifi se perdió y se me cerró el chat. Fui a la pieza.Tirada en el piso había una taza. Busqué mi foto en la pared pero no la encontré, y me senté en la cama a tomar vino. Estaba tibio. Fui a buscar hielo y en la heladera, pegada con un imán, estaba mi foto. No tenía color, la foto se veía en blanco y negro. En la mesa encontré un pañuelo. Bordado en letras rojas, el pañuelo tenía una inscripción: “Sevilla, 1918”. Lo toqué y me quemó los dedos. Ahí fue cuando habló la mujer. “Ponedlo en agua fría. Vuelo de fiebre”.
Andre Demichelis
(Encuentros en tiempos de pandemia)