La ciudad de Buenos Aires está llena de homenajes a Leopoldo Lugones: una avenida, calles, escuelas, bibliotecas, clubes barriales y una sala de cine arte. Sin duda, su huella fue importante. La sola mención de su apellido despierta muchas preguntas: ¿quién fue Leopoldo Lugones y cuál fue su legado? ¿Por qué su apellido marcó tanto a este país?, y ¿qué secreto turbulento esconde su familia?
¿Quién fue Leopoldo Lugones?
Leopoldo Lugones nace un 13 de junio de 1874, en Santa María del Río Seco, en el norte de la provincia de Córdoba. Pasa su infancia repartiendo tiempo entre su pueblo natal y un campo que tenía su padre, ubicado en el sur de Santiago del Estero. A los doce años, sus padres lo envían a la ciudad de Córdoba, a vivir con su abuela. Allí es donde el joven descubriría las mieles del Socialismo. A mediados de la década del noventa, Leopoldo organiza un club socialista, uno de los primeros de aquella urbe.
En 1897, ya estaba casado (con Juana Agudelo), mudado a Buenos Aires y había fundado junto con José Ingenieros “La montaña”, un periódico socialista. Esa publicación se convertirá en un bastión en la confrontación con Juan B. Justo y con su liderazgo y línea política. Desde las páginas de ese medio, se ataca la tibieza de las acciones vinculadas con “las cuestiones nacionales”. Por ese entonces se disputaban el poder en la Argentina anarquistas, comunistas, liberales y oligarcas.
Con el tiempo, Leopoldo Lugones se convierte en una de las voces más interesantes y potentes, de aquel entonces, y fue quien enarbola la idea del Nacionalismo -algo que por aquel entonces no figuraba en las agendas de debate político de manera masiva-. Lugones, al igual que muchos militantes socialistas, se preguntaba cómo podría integrar a la gran masa de inmigrantes con los oriundos de esta tierra y poder encontrar puntos de encuentro capaces de homogeneizar a un colectivo, para así formar una sociedad.
Tras mucho debatir coinciden en que la lengua, la cultura y las tradiciones deben ser los medios para poder construir esa “cuestión nacional” que tanto les preocupaba a Lugones como a sus correligionarios. Y es hacia allí donde comienza a caminar el escritor tanto en la literatura como en la arena política.
Lugones recorrió, a lo largo de su vida, un sinuoso camino ideológico que lo llevó a ser reconocido, no sin razón, como: anarquista, demócrata y reaccionario. Tres estadíos bien diferentes a los que él accedió en distintos momentos de su vida.
“…eso nos enseña el consejo de la clase rica. Aprovechemos la enseñanza. Violemos la ley también nosotros y cuando quieran pedirnos cuenta de nuestro acto con la amenaza de la fuerza bruta opongamos la fuerza a la fuerza”
Fragmento de un artículo de Leopoldo Lugones, publicado en el periódico socialista “La montaña”
En su primera etapa de militancia política, Lugones escribía artículos (publicado en “La Montaña”, en 1897) donde dejaba ver a las claras su visión política. Así dan cuenta sus notas tituladas: “Los reptiles burgueses”, “La legión de los descamisados”, “La mujer en el movimiento socialista”.
“…ante la democracia ideológica y siempre falaz de los derechos del hombre se alza ahora la realidad de la nación. Ante el gobierno con sentido el mando, ante el racionilismo la disciplina, porque lo esencial no es que prospera una ideología a un sistema político sino que se salve la nación”
Fragmento de una conferencia de Leopoldo Lugones ofrecida en el Teatro Coliseo, en 1923
Con el paso del tiempo, Lugones no sólo empieza a radicalizarse en sus expresiones sino que, además, da cuenta de visiones cada vez menos democráticas. En 1924, el Gobierno envía una comitiva a un viaje diplomático a Lima (Perú) con motivo del centenario del combate de Ayacucho, con el objetivo de celebrarse el triunfo definitivo de las tropas independentistas sobre el ejército realista. Entre los miembros de la delegación se encontraba el escritor argentino. Allí, el escritor fue el elegido para cerrar los festejos ante un auditorio conformado por dignatarios políticos, enviados militares y referentes intelectuales de América.
Y así lo recuerda el periódico de la época “La Argentina», en su artículo titulado “Dónde está la doctrina socialista de Leopoldo Lugones”: “…Lugones en un discurso público hizo una apología de la dictadura militar, sosteniendo además, que dicho régimen es el único que actualmente conviene al país” En esa misma alocución, Lugones quizá deja su frase más popular y nefasta: “Ha sonado otra vez, para bien del mundo, la hora de la espada”
“… El sistema constitucional del siglo XIX está caduco. El ejército es la última aristocracia, vale decir la última posibilidad de organización jerárquica que nos resta entre la disolución demagógica. Sólo la virtud militar realiza en este momento histórico la vida superior que es belleza, esperanza y fuerza. Habría traicionado, si no lo dijera así, el mandato de las espadas de Ayacucho. Puesto que este centenario, señores míos, celebra la guerra libertadora; la fundación de la patria por el triunfo; la imposición de nuestra voluntad por la fuerza de las armas; la muerte embellecida por aquel arrebato ya divino, que bajo la propia angustia final siente abrirse el alma a la gloria en la heroica desgarradura de un alarido de clarín”.
Fragmento del discurso dado por Leopoldo Lugones en Lima, Perú, en 1924
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Para muchos, esta manifestación de Lugones no es una simple y circunstancial sentencia que marcó ese presente político, sino que fue mucho más allá y sirvió como argamasa de muchos de los sucesos históricos golpistas que atravesaron no sólo a la Argentina sino también al Continente, a lo largo del siglo XX. Así lo deja ver el historiador argentino Enrique Manson quien sostiene en este fragmento de un artículo publicado hace unos años:
“En 1924 Lugones había bendecido a los uniformados la nueva aristocracia por haber ‘sonado otra vez, para bien del mundo, la hora de la espada’. El poeta afirmaba que ésta implantará la jerarquía indispensable que la democracia ha malogrado hasta hoy, fatalmente derivada, porque es su consecuencia natural, hacia la demagogia y el socialismo.
Las palabras del vate cordobés encontraron algunos oídos bien dispuestos. Su pensamiento se fue instalando a través de las décadas entre los centuriones. Esta convicción, más que un presunto fascismo, impulsó la conducta de quienes, bien que con distintas tonalidades, derrocaron gobiernos en 1943, 1955, 1962 y 1966. Hasta culminar, con el baño de sangre, que queremos creer que el poeta no hubiera suscripto, de 1976”.
Fragmento de un artículo publicado por el sitio web “Identidad cultural«
La etapa más reaccionaria de Lugones encontró su respuesta en algunos medios de la época. Tanto los diarios porteños como las revistas de humor político, como “Caras y Caretas”, publicaron una serie de acalorados artículos que despertaron las más diversas opiniones. De esta manera puede leerse “grieta”, si es que el lector así lo prefiere.
A pesar de las críticas, Lugones dos años más tarde recibió el Premio Nacional de Literatura. Un tiempo después, en 1930, José Felix Uriburu comanda el primer Golpe de Estado en la Argentina.
El gran poeta nacional
Leopoldo Lugones, uno de los mejores escritores de esta parte del Continente. también en este rubro se debatió entre dos veredas: la poesía y la prosa. En la primera llegó a lucirse de tal manera que, por la crítica especializada, fue reconocido como el “gran poeta nacional”. En tanto que en la prosa terminó siendo un intérprete del Fascismo criollo levantando las banderas del Nacionalismo y las buenas costumbres.
Para Jorge Luis Borges (admirador, adversario y discípulo) “Lugones sintetiza el devenir de la literatura argentina”.
En medio siglo de actividad literaria, Leopoldo Lugones publicó desde informes hasta folletos, ensayos, poesía y narrativa (cuentos y novelas). Entre las producciones se destacan: “Piedras Limminares”, “La guerra gaucha”, “Romancero”, “Elogio de Ameghino”, “El libro fiel”, “El imperio jesuítico”, “Odas seculares”, “Cuentos fatales”, “Historia de Sarmiento”, “El ángel de la sombra”, “La grande Argentina”, “Lunario sentimental”, “Un paladín de la Ilíada” y “La patria fuerte”.
En sus 49 obras, Lugones avanzó sobre la poesía, la filosofía, la ciencia, la política, la física, la biología, la historia nacional, la educación y la política. Sin dudas su curiosidad y capacidad le permitieron incursionar en una gran variedad de temas y en todos ellos lo hizo con la intención de dejar huella. Nada en su producción fue ingenuo. Todo tuvo un norte, aunque en algunas ocasiones -o mejor dicho, en ciertas etapas de su vida- éste cambiara de dirección.
Gracias a su producción, su figura literaria es tan fuerte que es considerado uno de los precursores de la nueva literatura castellana y en la Argentina el día de su nacimiento sirve para conmemorar el día del escritor. Pero él fue mucho más que un simple autor. Lugones fue un ideólogo que no sólo logró moldear su tiempo sino que fue más allá y dejó su “pesada” y violenta impronta en la historia política argentina.
Pero la familia Lugones no sólo fue atravesada por la historia del país y por la literatura sino que, además, también fue sacudida por una tormenta familiar que conmovió a cuatro generaciones.
Leopoldo “Polo” Lugones
Su hijo también alcanzó la fama y el reconocimiento. Dejó un legado que logró trascender su propia vida y que marcó a miles de generaciones en todo el mundo. Leopoldo Lugones (hijo), conocido en la intimidad como “Polo” y públicamente como “el bravo comisario” fue nada más y nada menos que el inventor de la picana eléctrica y el precursor de la tortura como método sistemático en las cárceles argentinas.
Polo Lugones es nombrado comisario inspector en la sección espacial de la Policía Federal, en 1930 durante el gobierno dictatorial de José Félix Uriburu. El funcionario instaló la tortura como trato habitual a presos políticos y sindicales. El procedimiento se llevaba a cabo en el sótano de la penitenciaría nacional de la calle Las Heras.
La policía de Lugones sembró terror. Bajo la conducción de Polo la fuerza de seguridad comenzó a cerrar locales, a realizar arrestos en masa de obreros, se multiplicaron las deportaciones y los fusilamientos. Armaba a gusto y placer desde expedientes hasta falsas declaraciones, las cuales eran rubricadas en muchos casos con la sangre de los propios acusados/detenidos. La mayoría de los detenidos/torturados eran anarquistas, socialistas y radicales (todos los considerados enemigos al régimen).
Polo dio muestra de un gran arsenal de recursos para hacer “cantar” a los detenidos, desde los más tradicionales hasta los más modernos. Pero su gran sello distintivo, y por el cual se hizo célebre, fue la utilización de la picana eléctrica. Esa herramienta hasta ese entonces sólo se utilizaba para el arreo de vacas. Quizá ésa haya sido su mejor y más elaborada metáfora: utilizar una herramienta de “trabajo” de la oligarquía en la persecución de trabajadores populares.
Lugones conta Lugones
Tiempo después de haber asumido como comisario inspector y de haber manejado la policía secreta del gobierno de Uriburu comenzó a aplicar sus métodos de investigaciones y de pesquisas en la intimidad familiar. Así, con sus perfeccionados y con sus nuevos saberes empezó una persecución familiar con su padre Leopoldo.
El escritor, autoproclamado como «marido fiel», mantuvo durante años un amor secreto con Emilia Cadelago, una joven estudiante de Literatura que cayó cautivada por sus letras y experiencia. Ella lo conoció, en 1926, a Leopoldo (padre) en la Biblioteca del Maestro (donde era director), buscando un libro suyo que no estaba en las librerías y que era una de las obras de estudio de la carrera. El amor entre Leopoldo y Aglaura (como llamaba el escritor a la joven) surgió casi de inmediato. Él le doblaba la edad, mas no los sueños y los deseos. Desde ese momento se comenzaron a suceder los encuentros clandestinos, entre besos y versos.
Lo que aquella tarde me cambió la vida,
dejándola a la otra para siempre atada,
fue una joven suave de vestido verde
que con dulce asombro me miró callada
Fragmento de poema de Leopoldo Lugones para Aglaura
Polo, al poco tiempo, descubre que su padre tenía una amante y lo mandó a ser espiado por efectivos de la fuerza (con presupuesto nacional). Interceptó la correspondencia entre ambos, intervino teléfonos, los espió y dio rienda suelta a una hostil persecución que derivó en amenazas a familiares de la joven amante, el escarnio público y el encierro de Leopoldo por insanía mental.
Perseguido por amor, alejado de la política nacional y atacado por sus detractores literarios el 18 de febrero de 1938, Leopoldo Lugones, en el Delta del Tigre, se quita la vida tomando un último trago en el que mezcla arsénico con whisky.
Susana “Pirí” Lugones de Peralta
Escritora, periodista y militante, Pirí, la hija de Polo Lugones, fue una defensora de la libertad y una opositora al sistema y a los poderes establecidos.
Tuvo siempre una ideología completamente diferente que la llevaría a militar en las filas de izquierda política y a ser considerada «subversiva» y posteriormente desaparecida por el gobierno militar del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. Solía presentarse como «Pirí Lugones, nieta del poeta, hija del torturador«.
Durante los años setenta, se unió a las Fuerzas Armadas Peronistas y, posteriormente, a Montoneros. Sus misiones consistieron principalmente en tareas de inteligencia, prensa y trabajos de caridad. Era amiga de otros militantes, tales como Paco Urondo, Juan Gelman, Lili Massaferro, Jorge Cedrón y Rodolfo Walsh (con quien convivió durante un tiempo en el Tigre), entre otros.2
Como tantos detenidos desaparecidos, Pirí fue víctima de la «gran invención» de su padre: la picana eléctrica.
Fue secuestrada por un comando de la Armada el 20 de diciembre de 1977 y, aunque nunca se conoció la fecha exacta de su asesinato, éste se estima el 17 de febrero de 1978.
Dos poemas de Lugones
Soñé la muerte y era muy sencillo:
Una hebra de seda me envolvía,
y a cada beso tuyo
con una vuelta menos me ceñía.
Y cada beso tuyo
era un día.
Y el tiempo que mediaba entre dos besos
una noche. La muerte es muy sencilla.
Y poco a poco fue desenvolviéndose
la hebra fatal. Ya no la retenía
sino por un solo cabo entre los dedos…
Cuando de pronto te pusiste fría,
y ya no me besaste…
Y solté el cabo, y se me fue la vida.
(Historia de mi muerte)
Al rendirse tu intacta adolescencia,
emergió, con ingenuo desaliño,
tu delicado cuello, del corpiño
anchamente floreado. En la opulencia,
del salón solitario, mi cariño
te brindaba su equívoca indulgencia
sintiendo muy cercana la presencia
del duende familiar, rosa y armiño.
Como una cinta de cambiante falla,
tendía su color sobre la playa
la tarde. Disolvía tus sonrojos,
en insidiosas mieles mi sofisma,
y desde el cielo fraternal, la misma
estrella se miraba en nuestros ojos.
(El astro propicio)
Leopoldo Lugones