Hay poemas dulces, pero también están los otros: los de miel. El texto de Laura Mabel Valente que le dedicó a su amor (y también nuestro), Daniel Quintero, lleva versos impregnados en néctar. Ideales para estos tiempos donde la dulzura parece haberse quedado encerrada entre cuatro paredes, haciendo también cuarentena.

Es cierto
por eso la casa
me dio la bienvenida
entre el jazmín
que decís no florece;
le hablo para que brote,
para que perfume el patio,
para recordarle las manos de tu madre,
las otras palabras
con las que me repongo
de la ausencia
sacan las sombras adelante,
cuando las paredes
ven que dibujás mi nombre
y así sin alternativas
reconocés que un poco cada día
te alejo de la muerte.
Sonríen las demás plantas,
distraigo sus mandatos,
hasta el aloe me cuida
de sus espinas.
Ocurre que entre tu madre y yo
hubo un pacto de ternura.
Laura Valente
