Leandro y Daniel son artesanos de las letras. En este encuentro nos hablan acerca de la tarea del escritor. Escribir poesía no es solo sentarse y volcar en una hoja o en una máquina lo que salga. Hay que trabajar con las palabras. Para ello, es necesario cierta humildad que les permita reescribir, cambiar, agregar, sacar o eliminar todo aquello que sea necesario. Y nos lo transmiten de tal forma que es inevitable emocionarse y que todo se convierta en un río por el que la poesía fluye acompasado por cientos de lágrimas que acompañan este devenir de la escritura y la lectura.
Carolina Bregy
Sin lenguaje que lo anuncie
o sueño inclinado como una canción,
aroma de origen, sin astillas,
rasgo insalubre cualquier literatura.
Fetiche de tumbita sin privilegio
así sin pena o alimento
no se puede más con esta vida.
Que en aguas de dejar correr
un papel flote a verso.
Daniel Quintero en Pruebas de galera
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Para las víctimas de La Plata
No fue el agua lo que nos mató.
Fueron los ojos que no nos vieron,
los oídos que nos desoyeron.
Fueron los funcionarios que, gota a gota,
con su indiferencia, nos fueron ahogando
en el mayor de los silencios.
No fue el agua la que nos mató; no.
Fue el silencio en el que nos fueron hundiendo
hasta dejarnos sin aire, hasta llevarnos los sueños,
hasta quitarnos una a una las palabras,
hasta dejarnos solos, con el grito casi mudo
y al borde del desaliento.
No fue la lluvia la que nos mató.
Fue el desahucio en el que nos dejaron naufragar,
la sábana con la que nos cubrieron,
el olvido donde nos quisieron encerrar,
el desprecio en el que nos sumieron,
y hasta la culpa que nos quisieron endilgar.
No fue el agua la que nos mató.
Fue esa gente que, con promesas,
poco a poco, nos fue dejando ahogar…
(Abandonados)
Leandro Murciego
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