La amé desde que llegó a mi vida,
desde mi corazón y hasta el suyo,
más allá de nuestras químicas,
de las leyes matemáticas,
de todos los principios lógicos.
y a pesar de nuestras distintas geografías.
La amé con todo lo que pude,
con la boca, con mis dos manos,
con mis sueños y con mis vigilias.
La amé, en paz y en guerra,
con sus cielos más diáfanos
y en aquellos días donde
ella anochecía de golpe
y se olían las tormentas…
La amé sin solución ni remedio,
simplemente la amé; y la amo,
nunca pude hacer otra cosa.
Leandro Murciego
(Sin remedio)
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Muy buen texto. Íntimo y simple.
Muchas gracias Ricardo.
Me encanto, vaya que sí es un hermoso poema.
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